Por primera vez en 40 años un primer ministro japonés tocará tierra iraní. Desde la visita de Takeo Fukuda en 1978, un primera línea del Ejecutivo nipón no visitaba Irán a pesar de que la relación entre ambos países es constante y amistosa. Ahora le toca el turno a Shinzo Abe, de visita oficial entre desde el 12 y hasta el 14 de junio y con encuentros de primer nivel con el ayatolá Jamenei y el presidente Hassan Rohuani.
El viaje del primer ministro de Japón se produce en un momento delicado, tanto para el país asiático como para el contexto geopolítico. Llega después de la escalada de tensión entre Irán y Estados Unidos, un año después de que Washington se retirara del acuerdo nuclear G5+1 y en medio de los intentos de la comunidad internacional de frenar el programa nuclear de la república islámica a cambio de un alivio en las sanciones estadounidenses.
Además, el plazo dado por Irán a la Unión Europea para que encuentre alternativas que permitan superar las sanciones y cumplir con los acuerdos finaliza el 7 de julio y de momento los europeos no han encontrado una vía de escape en el tablero que Donald Trump ha desplegado.
Frente a este estancamiento los líderes mundiales están apostando por la vía diplomática. El ministro de Exteriores de Alemania, Heiko Maas, ha visitado Teherán y allí ha defendido la continuación de las negociaciones en pro de un "futuro acuerdo". Ahora el secretario jefe del gabinete japonés, Yoshihide Suga, plantea "alentar a Irán, una potencia regional, a avanzar para aliviar las tensiones".
¿Por qué Japón, aliado de Estados Unidos, asume este papel?
Japón es el mensajero, pero no solo eso ya que también están en juego sus propios intereses.
Tokio ha expresado claramente su apoyo al Plan Integral de Acción Conjunta que firmaron EEUU, Reino Unido, Francia, Rusia y China, más Alemania, con Irán. El propio Abe ha señalado que a Japón le gustaría mejorar sus relaciones con el país de los ayatolás. Parte del propósito de la visita podría ser intentar volver a la escena internacional y ganar relevancia, tras haber quedado en segundo plano en negociaciones de alto nivel, como las de Corea del Norte, en los últimos tiempos.
Además, al haber obtenido luz verde de Trump para mediar con Teherán, Abe podría sumar puntos en clave nacional por su labor diplomática antes de las elecciones de la Cámara de Consejeros de este verano.
Sin embargo, su alianza tradicional con EEUU, basada en la seguridad, le deja en una situación delicada, porque además está intentando evitar que Trump le ponga aranceles a sus propios productos y sigue pendiente de cerrar un acuerdo comercial bilateral para este verano.
A su favor, el primer ministro japonés cuenta con unas relaciones cordiales con Irán, su principal proveedor de crudo en el Golfo Pérsico. Es más, Irán es la principal fuente de petróleo de la tercera economía mundial, así que la estabilidad de la región -donde Estados Unidos ha incrementado recientemente su presencia militar- y el suministro de crudo iraní es fundamental para Japón. Y ahora, con las sanciones de EEUU ese flujo de barriles está en peligro.
¿Qué se puede esperar entonces de este viaje?
La idea sería conseguir que Irán y Estados Unidos retomen las negociaciones, algo a lo que se oponen ambos y que podría derivar en una visita más bien simbólica. Japón es un gran comprador de las exportaciones energéticas de la región pero no es un gigante militar y su capacidad de influir en el curso de las negociaciones es menor.
Irán podría esperar que el encuentro ayude a reducir la tensión en la zona y alejar el fantasma de un conflicto real, aunque se muestra reacio a que un tercer país desempeñe el papel de intermediario.
Por la parte norteamericana, Donald Trump respaldó en su última visita al país nipón la idea de que Japón pudiera aprovechar sus buenas relaciones con Irán para ayudar a mediar en un posible diálogo Washington-Teherán. Mientras el presidente mira de reojo su lista de éxitos a presentar para las elecciones de 2020, hay quien podría pensar que la mediación de Abe será utilizada como excusa para argumentar que Estados Unidos al menos intentó el enfoque diplomático.