¿Es una excepción o está aumentando el número de casos de tráfico?
"Es algo difícil de saber, porque no hay ninguna buena recogida sistemática de datos de China o Myanmar sobre cuál es el número total de casos. Pero los expertos con los que hemos estado hablando, gente que trabaja en el terreno y con las supervivientes siempre dicen lo mismo: el número de casos está creciendo".
Mujeres desde 3.000 dólares para solucionar el problema demográfico en China. Analizamos el último informe de HRW con Heather Barr y la realidad de la trata en España con Margarita Valle.
Cientos de mujeres y niñas de la etnia kachin, originaria de Birmania (Myanmar), son víctimas de tráfico de personas. Son vendidas como “esposas” a familias chinas y esclavizadas hasta que se quedan embarazadas y dan a luz.
“Danos un bebé y te dejaremos marchar” es el informe de 112 páginas donde Human Rights Watch (HRW) ha documentado y denunciado la venta de mujeres y niñas de los estados de Kachin y Shan a familias del gigante asiático que pagan por ellas entre 3.000 y 13.000 dólares. El objetivo es obtener descendencia en un país donde se calcula que faltan entre 30 y 40 millones de mujeres a causa del desequilibrio demográfico fruto de las políticas de natalidad del Gobierno chino.
La política del hijo único ha estado vigente entre 1979 y 2015 y la preferencia por los hijos varones se ha saldado con un desnivel demográfico que Pekín no consigue solventar. En una sociedad donde la familia y la descendencia son una base cultural imprescindible, hay familias dispuestas a comprar mujeres y niñas vulnerables y víctimas de redes de tráfico.
El conflicto en el norte de Birmania se remonta a la década de los 80, pero se ha recrudecido desde 2011, provocando el desplazamiento de más de 100.000 personas en áreas fronterizas con China. Con condiciones precarias, sin suficientes ingresos ni comida, las mujeres son vulnerables y los traficantes las tientan con trabajos bien pagados en el país vecino. Muchas veces son personas conocidas quienes hacen de enlace con los traficantes.
La investigadora principal sobre los derechos de la mujer en HRW, Heather Barr, reconoce que es difícil saber de cuántas mujeres y niñas estamos hablando. La Comisión de Derechos Humanos de Myanmar cifró en 2017 los casos de tráfico de esposas en 226, pero la ONG está convencida de que el número es mucho más elevado: “Muchas mujeres no acuden al Gobierno y muchas nunca consiguen escapar o tienen hijos en China y no están dispuestas a escapar sin ellos. También es importante recordar que las víctimas de trata no tienen muchos incentivos para acudir al Gobierno porque la policía a menudo se niega a actuar”. Además, apenas hay servicios disponibles, lo que realmente perjudica sus posibilidades de reintegración cuando vuelven a sus comunidades y deben enfrentarse al estigma de una sociedad profundamente religiosa y conservadora.
Un producto que nunca se agota
Esta historia está sucediendo en China, pero no solo allí. El tráfico de personas es una realidad histórica y perenne, un goteo constante de vulneración de los derechos más fundamentales y que está mucho más cerca de lo que parece.
“El problema de la trata es que la vinculamos a países lejanos y sociedades extrañas pero lamentablemente no es así. España es uno de los países que reciben más víctimas en fase de tránsito e incluso es uno de los destinos finales habituales. España recibe muchas víctimas de trata y aunque no nos demos cuenta es una realidad que está ahí”, asegura Margarita Valle, profesora de derecho penal en la Universidad Complutense de Madrid.
La trata abarca muchas realidades y el delito se inicia desde que se capta a la persona hasta que llega la explotación. La sexual es la más habitual, pero la legislación incluye también la laboral, la esclavitud, la explotación para actividades delictivas, la extracción de órganos o los matrimonios forzados.
Es un producto que nunca se agota y da beneficios de una forma que perdura en el tiempo. Es nacional, pero sobre todo es una realidad que trasciende las fronteras y muchas veces está vinculada a procesos migratorios. “Es una de las mayores vulneraciones de derechos en la actualidad, pero se confunde con situaciones como la inmigración ilegal y esto hace que sea muy difícil de identificar”, advierte la experta.
Su vinculación a procesos migratorios hace que muchas veces se tienda a identificar por defecto a todas las personas como “inmigrantes irregulares en las fronteras, con lo que la condición de víctima de trata está totalmente opacada”. Margarita Valle defiende que las autoridades tienen que detectar e identificar a las víctimas: “Priorizar la postura de sancionar la irregularidad solo tapa una realidad que no hace más que crecer”.