Tras 10 días de protestas masivas, millones de manifestantes en Hong Kong han logrado la retirada de la ley de extradición que consideran que pone en riesgo sus libertades y derechos y, en definitiva, el estatus único que tiene Hong Kong dentro de China.
Se trata además de una insólita derrota del Gobierno de Xi Jinping, marcado por la nula tolerancia a cualquier apertura o desviación de los designios de Pekín en todas las regiones sobre las que China tiene o reclama autoridad.
La gobernante de la ciudad autónoma, Carrie Lam, anunció ayer la retirada, que no la cancelación, el proyecto de ley, pero se niega a dimitir y algunos organizadores de las manifestaciones y voces de la oposición reclaman su salida del Ejecutivo y piden que no se procese a ningún manifestante.
Así se cumplió una semana del inicio de las protestas
Dos millones de personas, según los organizadores, han protagonizado la tercera protesta en una semana contra el proyecto de ley de extradición. Hong Kong resiste la presión de su propio gobierno, el de la polémica Carrie Lam, que paraliza la tramitación de la ley ante el empuje de la calle. Los manifestantes van más allá y doblando la participación del inicio de las manifestaciones del domingo 9 de junio piden la dimisión del ejecutivo local.
La policía habla de 338.000 manifestantes, pero son las mayores protestas que ha vivido la ciudad y el objetivo final pasa por la salida de Carrie Lam del gobierno local y, sobre todo, por resistir ante la creciente presión de Pekín por socavar las libertades y autonomía propias de Hong Kong.
Hace una semana la exigencia era retirar el proyecto de ley de extradición a China, pero este domingo además de la ley se pedían disculpas por la violencia policial de la semana pasada, el compromiso de no presentar cargos contra los detenidos el miércoles y la dimisión de Lam.
La dirigente, con un índice de aprobación en picado, ha pedido disculpas por "controversias y disputas sustanciales en la sociedad" pero gran parte de la calle interpreta que es solo un intento de aferrarse al poder y se suman a quienes critican que la actividad del Ejecutivo es únicamente un reflejo de los designios de Pekín.
La pregunta que atraviesa las protestas ahora es si este centro financiero mundial es gobernable todavía bajo el marco "un país, dos sistemas" que debía durar hasta 2047 y tras el cual Hong Kong y China debían decidir, de forma común, el futuro de la ciudad.
Las protestas ponen a China en una situación delicada, con todo el mundo analizando cada uno de los pasos que da el presidente Xi Jinping y en medio de la lucha por el poder económico con Washington. Se redobla la presión sobre Pekín para que acepte mayores demandas democráticas y se arriesga a añadir una nueva mancha sobre su expediente de potencia mundial.