Una vieja batalla en un moderno escenario o una pelea nueva en un lugar de leyenda. El calentamiento global ha abierto rutas inexploradas en el Polo Norte y el derretimiento del Ártico saca a la luz recursos de cuantioso valor sobre los que maniobran las grandes potencias internacionales. Rusia y China desafían la hegemonía global de Estados Unidos en esta región inhóspita plagada de petróleo, gas, minerales y diamantes.
El calentamiento global ha abierto rutas inexploradas en el Polo Norte y el derretimiento del Ártico saca a la luz recursos de cuantioso valor sobre los que maniobran las grandes potencias internacionales.
El valor del Ártico se asienta en dos patas cuyo potencial se incrementa al calor del cambio climático. Por un lado, su valor como ruta marítima, que permitiría acortar el tiempo de viaje entre Asia y Occidente en hasta 20 días para convertirse en un jugoso corredor comercial. Por otro lado, sus aguas albergan uranio, minerales, diamantes, oro y grandes bancos de pesca. Pero además, se calcula que la región alberga el 13% de las reservas mundiales no descubiertas de petróleo y el 30% de las reservas de gas, según Mike Pompeo, secretario de Estado de Estados Unidos.
La delegación norteamericana liderada por Pompeo ha protagonizado esta semana la cumbre bienal del Consejo Ártico en Finlandia. Por primera vez en sus 23 años de historia ha terminado sin una declaración conjunta, por la negativa de Estados unidos a incluir en ella el cambio climático o el calentamiento global. Junto con Canadá, Dinamarca, Finlandia, Islandia, Noruega, Rusia, Suecia y representantes de los pueblos indígenas de la región, se comprometió a mantener la paz, la estabilidad y la cooperación en un texto de apenas 25 líneas.
Lo que sí hizo Pompeo en la cumbre fue cargar contra otros actores que tienen cada vez más influencia en el Ártico, avisando de que Estados Unidos “no tolerará acciones agresivas” por parte de Rusia y China en la región.
La realidad es que Rusia lleva años expandiendo su capacidad militar en el Ártico gracias a su flota de buques rompehielos, ha recuperado viejas bases de tiempos de la Guerra Fría y construido decenas de áreas militares en la región, además de estar explotando yacimientos gasísticos como el de Yamal, en colaboración con China.
Pekín es solo país observador del Consejo pero está haciendo valer la legislación marítima internacional para avanzar en su Ruta Polar de la Seda, una vía de comercio por el Polo Norte que le permite conectar los grandes centros económicos mundiales de América del Norte, Europa occidental y Asia oriental, dentro de su ambicioso plan del Cinturón y Ruta de la Seda.
Elena Conde Pérez, profesora titular de derecho internacional público de la Universidad Complutense de Madrid, explica que China es el país que está desarrollando una política ártica “más inteligente”, basada en el apoyo con los actores regionales y la diplomacia científica, y sin reclamar ambiciones territoriales.
La también delegada española en el grupo de trabajo de ciencias humanas y sociales del Comité Internacional de Ciencias del Ártico, explica que en el caso de Rusia las rutas del Ártico han sido fundamentales para su expansión como potencia internacional, pero tiene más sombras, como la militarización de la zona o la falta de respeto a los derechos de la población indígena.
Al enigma del Ártico le quedan muchos capítulos antes de ser resuelto. Pero esta codiciada y alejada zona del mundo se enfrenta, antes que a las ambiciones de cualquier Estado o empresa, a los efectos de la amenaza más brutal. “Es un ecosistema particularmente frágil y el cambio climático, el desarrollo sostenible y la situación de las poblaciones indígenas son sus retos más inmediatos. Somos la última generación que va a verlo helado o parcialmente helado”, advierte Conde Pérez.
La experta es, sin embargo, optimista y espera que los estados árticos sean lo “suficientemente inteligentes” como para preservar la mano que les da de comer. “El Ártico siempre ha sido un espacio de cooperación”, concluye.