Dieselgate en las automovilísticas, abandono del plástico, transición acelerada hace la sostenibilidad energética, incertidumbres sobre el comercio global y por el brexit. Muchos son los problemas que afronta la industria europea en los últimos tiempos y que han desembocado en un frenazo de su actividad desde el segundo semestre de 2018.
La producción industrial de la eurozona se hundió en diciembre más de lo previsto, casi un punto intertrimestral, lo que significa más de un 4% interanual, en la peor lectura desde el estallido de la crisis financiera. Los grandes motores industriales del continente, empezando por la locomotora alemana, están parados o enfriándose a más velocidad de lo que se extiende el invierno en la popular serie Juego de Tronos. El PMI manufacturero germano ha tocado mínimos de 50 semanas.
En Conexión Bruselas nos hemos preguntado qué está pasando con la industria europea y sobre todo cuáles son los problemas de fondo y su futuro en un entorno cada vez más globalizado. Esta última perspectiva nos la aporta la española Arancha González, Directora Ejecutiva del Internacional Trade Center, con sede en Suiza. Desde el Parlamento Europeo, González destaca que “la industria europea parte de una posición de fuerza, pero se encuentra con muchas dificultades. Con el 7% de población mundial, crea el 20% del conocimiento novedoso en el mundo”, González, “pero tiene dificultades para traducirlo en innovación y luego en crecimiento. No lo traducimos en productos mejores, de más calidad y sostenibles”.
Para conseguir ese I+D tangible es necesaria la inversión y la industria europea tiene aquí un problema con cuánto gasta, menos que Estados Unidos o China en términos absolutos o que Japón en relativos, o cómo lo hace, en un mercado fragmentado por las invisibles barreras nacionales. “Hay demasiadas trabas a la financiación, pocos angel investors, poco capital riesgo, hay un problema de ecosistema”, señalan desde el ITC.
En el bufete de abogados Navas&Cusi, expertos en legislación comunitaria, comparten el análisis. Fernando Navas plantea en Conexión Bruselas los problemas de la transposición de las normas europeas en los socios comunitarios. “Cuanto te metes en la legislación española, es muy difícil desarrollar tu fondo venture capital, muy complejo”. La UE ha intentado facilitar esta financiación no bancaria hacia la economía real con su proyecto de la Unión del Mercado de Capitales, pero “el regulador de cada país te la dificulta”, matiza Fernando Navas, “y esto podría ser una desventaja competitiva para la industria y las empresas europeas al financiarse”.
La batalla industrial en la globalización digital
El reto es salir al exterior en una globalización cada vez más tecnológica y digital, mientras se cumplen los estándares de sostenibilidad y lucha contra el cambio climático que Bruselas está pactando con los Estados Miembros, y hacerlo sin perder competitividad frente a la hegemonía de Estados Unidos o la pujanza asiática.
“Las empresas que participan en el comercio internacional son más competitivas, innovan más. Eso se traduce en mejor calidad del empleo y al final en más crecimiento”, insiste González, que considera la internalización como “una agenda para mejorar la calidad del crecimiento” europeo.
En este contexto, inmersos en la carrera digital, la UE no cuenta con campeones industriales que puedan competir ahora mismo contra los gigantes norteamericanos, los Google, Apple, Facebook o Amazon, tampoco contra los asiáticos como Huawei o Samsung. Esta batalla también se juega en el frente comercial, pero “el comercio electrónico necesita una puesta al día de las reglas de la OMC y las visiones son muy diferentes”, lamenta la directora ejecutiva del ITC, ya que “en Estados Unidos, los datos pertenecen a la empresa, en Europa a los ciudadanos y en China se entiende que pertenecen al Estado”.
Cuando la industria es cada vez más menos manufacturera y vira hacia un desarrollo tecnológico que en su etapa final basará su valor añadido en el control de los datos, las distintas concepciones sobre su propiedad generan temores. Fernando Navas, del despacho Navas&Cusi arroja un poco de luz al apuntar que “el comercio electrónico se rige por el principio de territorialidad. Las empresas de EEUU deben cumplir con las leyes comunitarias sobre protección de datos cuando operan en la UE”.
Las normas de la OMC no están adaptadas a la industria digital, son un campo de juego internacional anárquico en el que impera en muchos casos la ley del más fuerte. El comercio online empieza a ser un gran motor económico, pero debe ser global, no interregional, y ofrecer garantías de que el uso de datos no será abusivo.