¿Es posible, entonces, controlar el bitcoin? ¿Puede convertirse la criptomoneda en un nuevo recurso estratégico por el que luchar en la escena internacional? La criptodivisa ha revolucionado la concepción tradicional de las monedas, controladas hasta ahora por los bancos centrales, al ser creada de forma descentralizada y estar basada en las transacciones y validaciones de la cadena de bloques. Sus características propias tienen una dificultad añadida y es que ni gobiernos ni autoridades financieras saben todavía cómo regularla. La prohibición no es una opción, como explica Ricardo Pérez-Marco, director de investigaciones en el CNRS: “Crear una moneda independiente del Estado era el objetivo. Es una red que en su propia concepción hace que sea casi imposible de controlar y está diseñada para ser resistente, igual que en su momento Internet. Esto incomoda a los estados, pero el bitcoin es un animal escurridizo”.
Por el momento esta moneda virtual no ha preocupado en exceso a los bancos centrales, pero comenzarán a sentirse incómodos a medida que crezca la masa monetaria que “ahora representa unos 75.000 millones de dólares en capitalización si consideramos el precio y número de bitcoin existentes”. Sin embargo, explica Pérez-Marco, “si tenemos en cuenta todas las criptomonedas nos vamos hasta unos 150.000 millones de dólares y ahí ya sí empieza a ser algo importante y podría constituir una amenaza a sus políticas económicas”.
Oscar Delgado, profesor en la Escuela Politécnica Superior de la Universidad Autónoma de Madrid, pone de ejemplo el caso de China, que con la prohibición de los puntos de compra y las ICO “no ha conseguido más que perder su posición de liderazgo en el mercado”. Argumenta que las autoridades financieras no entienden el funcionamiento de la red de bitcoin, “es una tecnología que por diseño no se puede controlar y, por tanto, lo consideran un peligro”. Aunque reconoce que los programadores y mineros más importantes del sistema pueden constituir un nuevo grupo de poder en la escena internacional argumenta que “las criptomonedas, tal y como están creadas, no han sido diseñadas para ser usadas de forma masiva en un Estado ni técnicamente lo permiten”. En este sentido, explica que “mientras no supongan una amenaza a la capacidad recaudatoria de los gobiernos, no creo que el bitcoin juegue un papel importante en la economía mundial”.