Ha sobrevivido a dos guerras mundiales, a seis monarcas británicos, al ascenso y la caída del bloque soviético e incluso a la invención del vuelo. Y, sin embargo, no sabemos si llegará con vida al próximo 30 de septiembre.
Hablamos de Thomas Cook, la agencia de viajes más antigua del Reino Unido, que a sus 178 años está en la cuerda floja de la quiebra.
200 millones de libras es la cantidad que necesita para poder seguir operando una semana más hasta que llegue su salvación final de manos chinas.
El operador turístico espera como agua de mayo una ampliación de capital de 900 millones de libras. La mitad vendrán del conglomerado chino Fosun que, a cambio de esa inyección de capital, controlará el 75% del negocio de operadores turísticos del grupo y hasta el 25% de su aerolínea. Los 450 millones restantes vendrán de bancos prestamistas y titulares de deuda de la compañía.
¿Qué ocurre? Que un asesor financiero evaluó el plan de negocios en nombre de los prestamistas y descubrió que la compañía necesitaría una financiación adicional de 200 millones dentro de un año si la inyección de 900 millones salía adelante. Los bancos le exigen ahora a Thomas Cook esos 200 millones porque no están dispuestos a soltar dinero para que dentro de un año la compañía vuelva a estar en las mismas.
Esta demanda de fondos adicionales ha llegado en las últimas semanas y ha dejado a Thomas Cook con poco tiempo para encontrar el crédito adicional antes de las audiencias judiciales para acordar que el acuerdo de rescate se lleve a cabo el 27 y 30 de septiembre.
Thomas Cook lleva mucho tiempo luchando con la competencia en destinos populares, unos altos niveles de deuda (1.700 millones de libras) y un verano inusualmente caluroso en 2018 que redujo las reservas de última hora, ya que muchos viajeros del norte de Europa decidieron quedarse en casa.