Shell va a abandonar, definitivamente, los Países Bajos. Londres será su nuevo centro de operaciones y La Haya pasará a ser otro centro más en el mundo. 114 años de identidad holandesa con la que se quiere romper de raíz mientras busca la firma pivotar hacia nuevos derroteros “verdes”.
¿Cuál es la dirección que tomará la compañía a partir de ahora? ¿Por qué ha tomado la decisión ahora?
Escucha la historia completa en este podcast de Mercado Abierto:
La petrolera anglo-neerlandesa quiere simplificar su estructura accionarial y reducir costes para acelerar su transformación verde
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Royal Dutch Shell. Desde que en 1807, Luis Bonaparte le diera el distintito de “Real”, la petrolera anglo-neerlandesa es el símbolo de una economía pequeña (PIB de apenas 1.000 millones de dólares) que mira con ambición al mundo.
Tras el beneplácito de todas las partes, hoy los accionistas han sido los últimos en aprobar la operación. La identidad neerlandesa de Royal Dutch Shell, se borra, de hecho, decía hace unas semanas en un video corporativo, el presidente de la Junta Directiva, Andrew Mackenzie, que el nombre quieren que cambie.
Que buscan que la firma, con su “paso adelante”, deje atrás su pasado “real” y aboguen por un futuro claro sobre la marca Shell. También, para dejar clara su desvinculación con la Casa de Orange (monarquía del país) cuya fundación se remonta al siglo XIX.
A veinte minutos de La Haya están los de Shell. Hace unas semanas, a mediados de noviembre, Ben van Beurden, consejero delegado de Shell y trabajador de la petrolera desde 1983, llamaba a Mark Rutte, el que es primer ministro de los Países Bajos, para anunciarle que se iban del país.
Justificó la decisión en la carga que supone su doble estructura accionarial, mantenerlo todo en pie, en una alusión al impuesto sobre el reparto al dividendo que prima en el país centroeuropeo. Rutte le dijo que lo miraría, pero al final no ha hecho nada. Considera que no es el momento, aunque sí que apoyaba la otra de las ideas que el directivo dejaba sobre la mesa: la transición verde.
Según cuenta Bloomberg, Rutte incluso llegó a presionar a los socios de su débil coalición de Gobierno para que respaldaran la abolición del impuesto sobre el dividendo. Pero nada. Para la mayoría de los partidos era más importante ello que dar su beneplácito a que uno de los mayores líderes emisores de dióxido de carbono del mundo cumpliera con sus sueños.
Y es que la otra de las razones que esgrimen desde Shell para justificar esta decisión es precisamente esta, ser más competitivos en el mundo “sostenible” en el que ya están operando. Andrew Mackenzie, de la junta directiva.
Simplificarse...
En la actualidad, Shell tiene una estructura dual: es una empresa británica con sede en La Haya y dos clases de acciones, A y B. Justifica su marcha en un intento de poner fin a esta estructura compleja, con doble trabajo y diferencias legales, lo que complica la captación de capital y de las grandes adquisiciones.
Así las cosas, esta, sin embargo, es una relación entre Shell y su país de origen que ya ha estado sometida a varias tensiones a lo largo de los últimos años y es que alojar en su territorio a una empresa que bombea más de 3 millones de barriles de petróleo y gas cada día se le hacía incómodo a una sociedad que va en bici a la panadería.
País pequeño... ¿capaz de retener a gigantes?
Países Bajos, una pequeña economía, de apenas 900 millones de dólares, es sede de grandes multinacionales como Heineken, Philips, ASML y “era” de otras como Unilever que hace un año, hizo lo mismo que Shell, y se fusionó con Londres para salir del país. Ni las multas que le impusieron entonces desde el Gobierno consiguieron evitar la “espantada”.
La estructura empresarial adoptada en el 2005, que hoy ve su fin, para fusionarse en una sola empresa, con sede social en Londres y residencial fiscal en La Haya, derivó en un progresivo desplazamiento de su actividad al otro lado del canal de la Mancha y provocó tensiones políticas. Y más allá.
De hecho, no hace ni un mes que el fondo de pensiones para funcionarios decidió deshacerse de todas las acciones de la compañía petrolera, una decisión que enfureció al equipo directivo de Shell.
Además, hace cosa de dos meses, en octubre, el fondo de inversiones Third Point, idea de activistas por el clima, se hizo con una participación de 750 millones de dólares y, ya desde una posición de fuerza, exigió dividir el grupo para segregar la filial de renovables. La idea no salió adelante, pero surtió el efecto de concienciación que, al menos, trataban de resaltar.
Los accionistas han hablado. La empresa está decidida. Royal Dutch Shell, este 10 de diciembre de 2021, renuncia a su corona.