La ola de frío eleva los precios, aunque es un hecho coyuntural. El problema, como comentaba el profesor de ICAI- Universidad Pontificia de Comillas, José Luis Sancha, "es el coste estructural de nuestra energía".
La escasa producción de energías renovables y los costes fijos para lograr unas garantías innecesarias elevan nuestra factura energética, pero no son lo único. El ciudadano es además quien paga los peajes y las primas a las compañías eléctricas.
Este tipo de costes hacen que, pese a la variación del precio del kilowatio hora (kwh), el coste sea importante, a lo que hay que sumar los impuestos. Entre ambas cuestiones la parte fija de nuestra factura supera el 65%. Algo que hace que, pese al cambio de regulación en 2009, España pague un precio un 20% superior al de la media de Europa. Pese a que el coste del kwh en mercado es similar, la energía en España se convierte en una de las más caras del viejo continente.
Además, existe un 40% de exceso de potencia instalada. Se ha creado una enorme red con centrales de producción de bajo coste que no logra satisfacer la demanda total, por lo que es necesario acudir a las centrales más grandes, que elevan el coste por el traslado y el alquiler, haciendo que esa reducción de costes por producir energía más barata no se traslade tampoco al consumidor.
A ello hay que añadir los problemas regulatorios y las sospechas que se ciernen sobre las subastas energéticas. Las empresas van colocando las ofertas en orden (de más caro a más barato), pero las variaciones del mercado les permiten también reordenar esas ofertas. Algunas empresas ya han sido sancionadas por retirar directamente la oferta barata, pero todavía pesan varias denuncias sobre ciertas eléctricas porque podría ser una práctica habitual en el sector, algo que está investigando la CNMC.