Y es que en los últimos años, el sistema financiero chino se ha inundado con créditos baratos para apuntalar el crecimiento económico. Una solución con duras consecuencias: ahora los prestamistas chinos se enfrentan a una montaña de deuda que no hace más que crecer. No lo tendrán nada fácil a la hora de hacer frente a los malos préstamos que mantienen sus carteras.
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Los préstamos no rentables aumentaron más de un 40% en el último año hasta los 210.000 millones de dólares, según datos del gobierno. Sin embargo, muchos economistas sospechan que estas cifras no son exactas y que podrían ocultar la verdadera magnitud del problema. Sin ir más lejos, el grupo de inversión asiático CLSA apunta a unos índices de morosidad que superan el billón y medio de dólares.
Pese a este panorama, el Banco Popular de China se muestra optimista y asegura que los bancos serán capaces de mantener niveles de capital relativamente altos a pesar de la crisis. Pero muchos economistas no ven la situación con tan buenos ojos y predicen que los bancos necesitarán ayuda estatal puesto que los riesgos crediticios erosionan las reservas de capital. Por su parte, el banco francés Societé Générale apunta que las pérdidas en el sistema bancario podrían alcanzar los 1’2 billones de dólares.
Otros prevén escenarios más extremos y ponen una devaluación del yuan como pieza central de actuación del gobierno. Según esta perspectiva, el yuan caería un 30% frente al dólar para impulsar la competitividad de las exportaciones y reiniciar la economía. China salvaría sus bancos y el yuan sería la válvula para normalizar la situación. Sin embargo, el gobierno sigue dando palos a ciegas y la sensación general es que todavía no sabe cómo orientar su estructuración. Ésa es la mayor inquietud que ronda ahora al gigante asiático.
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