Reino Unido después de Boris Johnson. Vuelven tambores de hierro al recordar los antecedentes sobre los que se erige la figura de la más que posible próxima primera ministra, Liz Truss.
Este viernes llegan a meta los candidatos en la carrera para liderar el Partido Conservador llena de aliados y enemigos forjados a fuego para un país que juega al borde del abismo.
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La responsable de la agenda diplomática del Reino Unido y ala dura del Partido Conservador explota su perfil en redes sociales evocando a Margaret Thatcher
Hubo uno que se fue. Despedida a lo Terminator de quien sacó a Reino Unido de la Unión Europea y llevó a guerra, entre tirolinas y sombreros `locos` a un país que trata todavía de encajar en el puzzle geopolítico del siglo XXI, Boris Johnson.
Los tories derrocaron a su líder en apenas 72 horas con dimisiones en cascada que acabaron con dos nuevos candidatos - exministro y fiel titular de Exteriores - en guerra declarada. Rishi Sunak y Liz Truss sabrán en unas horas quién se queda al frente de una de las economías más potentes de todo el viejo continente porque aunque el Canal de La Mancha los separe, los británicos - geográficamente, al menos - siguen siendo europeos.
¿Quién será el nuevo primer ministro? Esto lo sabremos el lunes. Hoy se cierran las urnas y la última batalla está ya librándose.
Moderado Sunak
En un extremo del ring, el exministro de Economía y Finanzas, Rishi Sunak. La dimisión de este británico de origen indio contribuyó al colapso del Partido Conservador y arrastra por ello el estigma del traidor.
Hijo de inmigrantes indios, de las colonias, ha hecho del ascensor social su campaña para convencer de que él es la voz del pueblo. Aunque no todos compran esta promesa y más después de que salieran a la luz vídeos como el que escuchamos de discursos ante los ‘ricos de Londres’ diciendo que sacaría de las arcas públicas los recursos destinados a los barrios más desfavorecidos para llenas los bolsillos de las clases acomodadas.
A Sunak el dinero, de momento, le sobra gracias a su carrera de banquero entre las filas de grandes bancos de inversión como Goldman Sachs y la fortuna de más de 800 millones de euros de su mujer, una de las mayores riquezas del Reino Unido, que, según la prensa británica decidió no pagar impuestos en el país porque no le salía a cuenta.
Una exclusiva que no sentó muy bien en unas calles que, de primeras, apoyaban a un ministro que los había dado ayudas y capital en lo peor de la pandemia de la COVID-19.
La sorpresa Truss
Y al otro lado, la que a día de hoy sigue siendo titular de Exteriores, Liz Truss, responsable de la diplomacia británica y que quiere asaltar al 10 de Downing Street. Ala dura de los tories, formación a la que le cedió la vida en 1996 y favorita de un Johnson que se va sin importarle mucho cómo quede la cosa.
Truss es la encarnación - moderna - de la Dama de Hierro (perfil que, por cierto, representó durante con nueve años en una obra de teatro). Ella, no sin críticas, aprovecha para alimentar el mito.
Defensora del libre mercado y “freedom lover” - amante de la libertad - según ella misma se describe en Instagram, una red social que explota incluso más que su departamento.
Bendecida por la City
El de Truss es un perfil aupado por el establishment británico y que ha hecho del verano su punto fuerte de la campaña. Todavía no lo es, pero ella ya actúa como primera ministra. En las últimas semanas - y así lo confirmó con el periódico financiero City AM - ha estado tratando de arreglar las relaciones entre Downing Street y el centro de las finanzas europeo.
Con Truss al frente del Gobierno británico, los banqueros confían en darle la vuelta ‘a la tortilla’ y recuperar el lustro tras el desierto político en el que se convirtió la City durante las negociaciones del Brexit.
Entre los retos económicos que tiene por delante, el equipo de Truss busca revitalizar las conversaciones con Softbank para conseguir sacar a bolsa el diseñador de microchips, ARM, tanto en Londres como el Nueva York.
Si Truss el lunes es primera ministra, se espera que uno de sus primeros movimientos sea el presupuesto de emergencia, dirigido por su nuevo canciller. Por impuestos, Truss ha prometido revertir el incremento de los impuestos en los seguros nacionales y eliminar el de sociales del 19% al 25% que - en un principio - entrará en vigor en abril.
A corto plazo, es probable que se mantengan las reformas que ya están en marcha para desatar los lazos que constriñen el sector financiero. Entre ellos, el Proyecto de Ley de Servicios Financieros y Mercados, anunciado en julio, donde se sientan las bases para que se desechen muchas leyes de cuando Reino Unido era un país más de la Unión Europea.
Las nuevas obligaciones de capital de solvencia para las aseguradoras también vivieran un revés liberando una inversión de más de 95.000 millones de libras esterlinas en proyectos de infraestructura, transición energética y vivienda.
El próximo invierno en Gran Bretaña, en el que, según los titulares, habrá hambre y pobreza, el fracasado sistema de salud y la ola de huelgas anunciada serán una prueba de fuego para una jefa de Gobierno inexperta. Se verá si Liz Truss tira por la borda su ideología conservadora en caso de emergencia, tan rápidamente como tiró sus convicciones anteriores.
De momento, con precios de la energía que les subirán a hogares y empresas un 80% no ha dejado muy claro qué es lo que piensa hacer.
Desdeñando a los socios
Por las relaciones exteriores, a Francia ya la hace de menos y ni cree que Emmanuel Macron sea un interlocutor con quien poder hablar. Y de París extiende este mensaje al resto de la Unión Europea. Los aires imperialistas de la Commonweath y, sobre todo la todopoderosa economía estadounidense son los destinos por los que pasan los ojos del Reino Unido post-Brexit.
El futuro del Reino Unido se dirime entre los votos de 180.000 conservadores que ya han decidido. En las quinielas y para el lunes, LiZ Truss en cabecera, la renovada Dama de Hierro con los aires británicos más clásicos - blancos, jubilados, euroescépticos y rurales - que obligarán a los otros 66 millones de ciudadanos a “aguantar lo que venga”.