Reino Unido ya tiene nuevo liderazgo. Quién es Liz Truss ya lo sabemos: euroescéptica, del ala dura conservadora y con un fuerte impulso de las bases. Desde este martes es primera ministra y se enfrentará a la recuperación de una de las mayorías economías europeas - en medio de una guerra en Ucrania y todavía con el Brexit de fondo.
¿Qué retos le quedan por delante? ¿Qué tipo de primera ministra será Liz Truss?
Escucha la historia completa en este podcast de Mercado Abierto:
La conservadora, considerada del ala dura, se convierte este martes en primera ministra con la energía y la sanidad pública como principales retos que enfrentar
Liz Truss daba las gracias sobre las doce y media de la mañana ante un Palacio de Congresos en el que los tories se apiñaban para dar la bienvenida a su nueva líder después de que el último se les fuera ‘por peteneras’ y huyera - después de que le dieran la patada - al estilo Terminator. Liz Truss se ha ganado de calle y a la calle. Ha salido victoriosa de un encuentro al que entraba como perdedora, pero que las bases le han puesto en bandeja.
El 57% del Partido Conservador, unos 90.000 afiliados le han dicho sí a la todavía secretaria de Relaciones Exteriores. Siete semanas de carrera para suceder a Boris Johnson y ahora, retos por delante para una primera ministra que mañana va a Balmoral - la residencia de verano de la reina Isabel II - para que le dé su beneplácito a formar Gobierno y de allí directa a Londres para dirigirse a la nación y anunciar quién conformará su nuevo gabinete que tendrá los cuarteles generales en el 10 de Downing Street.
Truss llega con la mirada puesta en las generales de 2024 cuando, dice, pretende dar al Partido Conservador una victoria arrolladora sobre los Laboristas y liberales que, más allá de la capital, le están haciendo ‘la pinza’.
La de 47 años llega a un país descontento. Una lista por delante de desafíos importantes, entre la crisis por el aumento del coste de la vida, el malestar del tejido empresarial, los temores en el suministro de la energía y los continuos problemas derivados de la salida del Reino Unido de la Unión Europea.
Economía de guerra
Cambios de aires políticos que llegan con una propuesta para reducir impuestos de más de 30.000 millones de libras en un intento de estimular la economía y evitar una posible recesión económica que, dicen, está a la vuelta de la esquina.
Quiere ganarse a las empresas revirtiendo la subida de las cotizaciones a la Seguridad Social introducida hace meses por Boris Johnson para tener dinero con el que financiar la asistencia social a los más mayores. Medida post-pandemia que ahora Truss quiere revertir.
Otros 30.000 millones de libras podrían venir a través del Crédito Universal, esto son, los pagos a la Seguridad Social, elevando los umbrales del impuesto sobre la renta o deducciones del IVA.
Reto energético
Se espera que los precios de la energía, a partir de octubre, lleguen a Reino Unido con un incremento del 80% después del 54% de subida que ya vieron los consumidores en la factura desde abril.
Con respecto de la inflación, se espera una subida de los precios de dos dígitos para cerrar 2022 y, en estos mismos niveles, caerá el gasto porque la renta está cayendo hasta las 31.400 libras de media, por lo que un incremento de 1.500 libras en las facturas de la energía equivale a alrededor del 5% de los ingresos mensuales.
Los ahorros que se acumularon durante la pandemia se están acabando. Los 190.000 millones de libras no se reparten, en todo caso, por igual entre los hogares. Los que tienen menores ingresos no suelen tener apenas ahorros y esto son casi una cuarta parte de los británicos mientras que otro 9% tiene apenas 250 libras de colchón cada mes para imprevisto.
Acorde a las conclusiones de un estudio de Resolution Foundation, con una inflación que se espera que supere el máximo en el 13% - son proyecciones del Banco de Inglaterra - los trabajadores no están mejor a mediados de 2023 que hace 20 años.
Recesión sí...
Recesión habrá. Lo dice el Banco de Inglaterra de Andrew Bailey y durará 15 meses, según el supervisor porque los tipos de interés van a seguir endureciéndose y el aumento de los costes de la energía van a ser un quebradero de cabeza. Mientras, la confianza de los consumidores británicos ha caído a mínimos de hace 50 años.
Por sectores, las energéticas seguirán beneficiándose de las subidas de los precios del gas y el petróleo. Lo que sabe muy bien es qué va a hacer con las pymes que han visto cómo en el último año y medio se les cuadriplicaban los gastos.
Es por esto por lo que los instintos de libre mercado de Liz Truss chocan con la necesidad de intervenir para navegar por una crisis en el corte de la vida. Truss hereda un país de más sombras que luces: el 69% de los británicos, incluyendo el 60% de los votantes conservadores, están de acuerdo en que el país está en declive, según las encuestas de Ipsos para The Economist.
El partido que ahora dirige ha crecido entre la insurrección: ha depuesto a sus dos predecesores inmediatos y no está entusiasma por ella a quién consideran más una liberal social que a una tradicionalista como su némesis al menos, mediática, Margaret Thatcher.
Su destino no se determinará en los primeros 100 días, sino en los diez primeros. Reacia a la economía de "Gordon Brown" de tributar con una mano y premiar a los "handouts" con la otra, Truss diagnostica la actual crisis como una de la oferta.
Planea aprobar nuevas extracciones de petróleo del Mar del Norte, poner fin a una moratoria sobre el fracking y fomentar una nueva energía nuclear. Promete suspender los impuestos ambientales sobre las facturas de los hogares, por valor de unos 153 euros (16 años) al año. Ha descartado que se impongan impuestos extra inesperados a la industria petrolera; ni, insiste, será necesario racionamiento.
El NHS en el punto de mira
Y las exigencias del erario público no se limitan a la energía. La presión sobre el Servicio Nacional de Salud (NHS) donde la lista de espera para que la gente reciba atención ahora es de 6,7 millones de personas llega también a la médula de esta disputa.
El NHS fue clave para la victoria de Boris Johnson en las ciudades de clase trabajadora en 2019, y sus problemas serán un importante campo de batalla en la próxima contienda, junto con las presiones sobre los servicios policiales, escuelas y tribunales. Truss quiere para la sanidad pública una mejor gestión y, dice, no puede simplemente consumir una porción cada vez mayor del PIB.
Pero la gente quieren que gaste más. La Fundación Resolución calcula que los cambios demográficos fomentarán el impulso del gasto del gobierno hasta el 40% sobre el PIB y al 45% para 2030, desplazando a Gran Bretaña. De momento, Truss no sabe cómo reducirlo.
Es esta condición de dismorfia política del partido conservador, Truss llega a una formación de un país pequeño y tradicional a uno cada vez más grande que no sabe en qué aguas se mueve.