En el recuerdo queda el conteo de papeletas en Pensilvania trajo de cabeza al mundo entero el pasado 3 de noviembre.
Por aquel entonces, la presidencia del país más poderoso del mundo, Estados Unidos, dependía de un puñado de votos que podría arrebatar a Donald Trump la Casa Blanca, como finalmente sucedió.
Dos meses después, varias denuncias por fraude electoral y disputas partidistas mediante, volvemos a mirar a Georgia porque este martes se celebran elecciones al Senado.
Las elecciones al Senado en Georgia son decisivas para la gestión del gobierno de Joe Biden para los próximos dos años
El número mágico de los 270 electores que llevan a un candidato o candidata al Despacho Oval de la Casa Blanca ya dio la victoria en diciembre al demócrata Joe Biden.
Hubo entonces varios estados en liza como Georgia, uno de los tradicionales bastiones republicanos del sur del país, que dio alguna que otra sorpresa. Este estado en el que Trump ganó por cinco puntos en 2016 y que no había votado por un demócrata desde 1992 ha comenzado a teñirse de azul.
No obstante, no es en los votos para la Casa Blanca donde Georgia puede ser decisiva para el nuevo gobierno sino en las elecciones al Senado que este martes se celebran al otro lado del Atlántico.
En estos momentos, las proyecciones de los medios de comunicación estadounidenses, tanto demócratas como republicanos comparten, de momento, 48 puestos en la Cámara alta de un total de 100; además de la presidencia que recae sobre, en este caso, la nueva vicepresidenta, Kamala Harris.
Una decisión clave tal y como se han afanado en remarcar en las últimas horas ambos candidatos presidenciales.
El freno de Obama
El propio Joe Biden en una entrevista en 2016 con el Washington Post aseguraba que el ingrediente más importante que necesita un presidente en el cargo es un Senado del mismo partido. "Es muy, muy importante", remarcaba.
Por aquel entonces Biden estaba haciendo campaña para darle la vuelta a un Senado republicano que en los últimos años se lo había puesto realmente difícil a él y a Obama, pero no lo consiguió.
Hoy, el presidente electo se puede quedar sin ese ingrediente clave si no consiguen los dos escaños en juego en Georgia y es que un Senado republicano sería el principal obstáculo a batir durante, al menos, la primera mitad de su mandato, ya que cada dos años se renueva un tercio de esta cámara.
El control de la Cámara Alta es fundamental y el caso es que Biden ha prometido políticas no muy populares entre republicanos, como medidas de protección del medio ambiente, aumento de impuestos a las grandes empresas, programas de salud o leyes de naturalización para inmigrantes indocumentados la apuesta puede ser más complicada.
¿Y si Biden pierde Georgia?
Y en términos políticos, en el caso de no lograr que los demócratas remonten en el estado, el escenario puede traer malos recuerdos para Biden de su etapa como vicepresidente.
Durante su segundo mandato, Barack Obama perdió la mayoría en el Senado y desde entonces, se enfrentó a un bloqueo casi total de sus nominaciones y propuestas por el todopoderoso líder de la mayoría republicana, Mitch McConnell.
Y aunque Biden, con su larga trayectoria en el Senado, se volvió un mediador entre la Casa Blanca y el Capitolio, las diferencias entre los dos poderes llevaron a Obama a gobernar por decretos y a no poder llenar puestos vacantes, desde embajadores hasta jueces federales o de la Corte Suprema.
Ahora, con la sombra de una eventual candidatura de Trump para 2024 o la incertidumbre de qué hará tras salir de la Casa Blanca, las relaciones de los republicanos con los demócratas en el nuevo gobierno son un gran signo de interrogación.
Para los republicanos, la carrera por Georgia es la oportunidad de poner freno y controlar las políticas de la "izquierda radical", el término que usan para acusar a los demócratas de "socialistas".