A la hora de proteger la privacidad, habitualmente no sabemos dónde se almacenan los datos electrónicos de cada uno. Si en España, fuera, en qué tipo de país…
El tema es muy importante de cara a ver qué se hace con ellos y quién puede acceder y disponer de ellos.
De hecho, si la denominada nube estuviera en un lugar, por ejemplo, fuera de nuestro país, en caso de que las autoridades quisieran acceder tendrían un problema porque estarían más allá de nuestro territorio.
Estamos ante el caso que lleva coleando dos años donde el DOJ de EEUU va detrás de unos datos de un ciudadano que no es americano y que parece ser que tiene su información depositada en Irlanda. Como está en juego la seguridad de sus nacionales, el gobierno de los EEUU pide colaboración a la empresa que los almacena que es precisamente una sociedad americana, Microsoft, y ésta se resiste.
Desde julio pasado sabemos que los tribunales le dan la razón a la compañía y por lo tanto impiden que se faciliten los datos precisamente por lo que hemos dicho, porque la orden emitida tiene unos límites que son el propio territorio americano. Pero la noticia hoy es que acaba de recurrir el fallo el Estado. Sospechan que es un delincuente y hay que comprender que esta solución permite evadir la Ley.
Ahora bien, cuando vemos el tema desde el punto de vista de los clientes a pie, conviene hacer hincapié en que no elegimos dónde queremos que esté físicamente nuestra información, ni siquiera sabemos los criterios que la empresa contratada utiliza para moverlos de un sitio a otro. Es más, los puede trasladar a su conveniencia.
En definitiva, el tema no es sencillo cuando adquiere unas dimensiones internacionales y a lo mejor el límite a todo esto hay que ponerlo en los casos criminales, y da la sensación de que en general nos preocupamos poco por proteger nuestra valiosa información. Vamos, que vivimos en las nubes.