Diez años después Lula ha vuelto a encargarse del futuro del mundo; un futuro que pasa por gobernar a 215 millones de brasileños en un país que no son dos aunque se comporte como tal.
De momento, la transición de poder que culminará el próximo 1 de enero de 2023 promete ser todo lo tranquila que deje el ultraderechista Jair Bolsonaro que esperó 72 horas para acatar el resultado de las urnas.
No dijo, en ningún momento, que perdió, pero sí que respetaría la ley de un proceso electoral que lo deja fuera y entrona, de nuevo a un Luiz Inácio Lula Da Silva que vuelve de la cárcel para, entre otras cosas acabar con un país “armado” hasta los dientes tras la última de las legislaturas y con el objetivo de pacificar un Estado que nunca ha estado interesado en estar permanentemente en guerra.
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Brasil le decía al mundo el domingo que había vuelto. Que es demasiado grande como para ser relegado al papel de paria.
Lula vuelve para que su país, decía el domingo tras conocerse la victoria, recupere la credibilidad, la previsibilidad y la estabilidad. Para que, en definitiva, los inversores volvieran a confiar en la mayor de las economías emergentes y la promesa de Suramérica.
En las calles, los brasileños corean que necesitaban una vuelta como la de Lula, en los despachos mandatarios de todo el mundo - europeos y americanos - le dieron la bienvenida a un presidente que cierra el cambio de ciclo izquierdista impulsado durante las últimas elecciones en los diferentes países del otrora nuevo mundo.
El reto (mayúsculo) de la pobreza
"Ningún brasileño pasará hambre", fue una de las consignas que marcó gran parte de los dos gobiernos anteriores de Lula. Ocho años durante los que no solo salieron de la pobreza cerca de 30 millones de personas, sino que también surgió la llamada "nueva clase media" en los brazos de una bonanza económica que generó empleos y ubicó al país entre las economías emergentes de mayor crecimiento.
Según el Banco Mundial, entre 2001 y 2011, el PIB per cápita de Brasil creció un 32%, mientras que la desigualdad disminuyó un 9,4% y el porcentaje de personas en situación de pobreza y pobreza extrema se redujo a la mitad.
Lula vuelve a Planalto con la esperanza y la nostalgia de aquellos buenos tiempos en los que gobernó. Con altas expectativas, pero con una oposición que no está dispuesta a negociar ni a construir grandes coaliciones.
Llegan tiempos difíciles plagados de tensiones sociales y políticas. Tiempos en los que Lula Da Silva tendrá que remar contra viento y marea. Es, desde hace más de tres décadas, el personaje central de la política brasileña.
Un mandatario que vuelve para hacer historia.
¡Ojo!
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Lula da Silva, a sus 77 años, recupera el poder de un país dividido entre profundas desigualdades con la ambición de solucionarlas y pasar a la historia