Largo y complejo proceso histórico que hoy, es más dulce que hace unos meses. Dos territorios separados por las columnas de Hércules en un estrecho de Gibraltar que, cada año, con la operación hace de puente entre dos culturas; uno de los puntos calientes del globo terráqueo, enclave geopolítico de primer orden desde que Marruecos lograse su independencia allá por 1956.
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Maná de viejas e históricas conexiones, pero también de acontecimientos más recientes que han resignificado el mapa diplomático de la región: desde la la fallida y desastrosa descolonización del Sáhara Occidental a la gestión de los flujos migratorios, pasando por el resurgimiento del irredentismo y expansionismo marroquí y su postura respecto de las ciudades españolas de Ceuta y Melilla en el norte de África.
Y es que Rabat y Madrid, normalmente, llegamos a las portadas de medios de comunicación de todo el mundo cuando en las vallas fronterizas de las dos ciudades autónomas hay saltos o se registran episodios de violencia como la tragedia de Nador del pasado verano aunque en estas el Gobierno español sigue con su huida hacia delante.
Acusa a las organizaciones humanitarias y los periodistas de mentir. De hecho, lo hace en voz del ministro del Interior, Fernando Grande Marlaska, hará una semana en el Congreso de los Diputados.
No hubo, dice, ninguna pérdida humana en territorio nacional durante el salto a la valla de Melilla este verano en el que fallecieron 23 personas… la mayoría de ellos refugiados sudaneses que querían abandonar Marruecos y llegar a España.
Marlaska defiende las actuaciones de Policía Nacional y Guardia Civil aunque las últimas investigaciones revelan nuevos detalles sobre los hechos a través del análisis de más de 140 vídeos, 40 entrevistas y la reconstrucción en 3D del puesto fronterizo de Barrio Chino.
Un superviviente y agentes marroquíes grabados mientras arrastraban a las víctimas apuntan que hubo al menos un muerto en suelo español… desde la bancada del Partido Popular, la portavoz de la Comisión de Interior, Anabel Vázquez, acusaba al departamento de Interior de ocultar “lo peor” de los incidentes.
En cualquier caso, volviendo a las relaciones entre ambos países, según datos de la EPA, en España viven cerca de un millón de marroquíes.
El mayor porcentaje, en torno al 15%, está en Barcelona. El grado de aceptación de los españoles jóvenes a los inmigrantes varía considerablemente en función de su origen, según un estudio publicado por el Centro Reina Sofía sobre adolescencia y juventud en noviembre, y las personas originarias de Marruecos, junto a las de Rumania (asociadas a la etnia gitana), son las más rechazadas.
Sobre este punto en particular, cerca del 27% de los jóvenes dice que a ellos no los condicionaría que una persona fuera marroquí para hacerse amigos, pero que el factor sí pesaría en su familia.
La controversia del Sáhara
Problemas, como todos, tenemos están en el Sáhara Occidental, pero dicen desde Rabat que lo vamos a arreglar para hacer de nuestras relaciones bitelaterales unas más sólidas, realistas y creíbles.
Aquí, el Gobierno piensa igual, pero mientras tanto, seguimos como estábamos. En lucha permanente por ver quién alcanza la supremacía sobre el otro. La ocupación marroquí del Sáhara, junto con el desinterés español y el enquistamiento del conflicto, han terminado configurando un mapa de la geopolítica del Sáhara Occidental con dos regiones que viven separadas por los muros y zonas minadas que ha ido levantando Marruecos.
La parte oeste del territorio, la más extensa, se encuentra ocupada de facto por el reino alauita y en constante proceso de colonización. Una zona rica en minerales y con varios centenares de kilómetros de costa que ofrecen acceso a los recursos marítimos del Atlántico.
Al otro lado del muro, la franja oriental hace frontera casi en su totalidad con Mauritania y se encuentra controlada por el Frente Polisario, que administra un 20% del territorio del Sáhara Occidental.
Aunque dicho esto bien es verdad que ahora Marruecos se despierta con el orgullo de habernos eliminado del campo de batalla en el Mundial de Fútbol de Qatar de 2022. Las relaciones con Rabat, sin embargo, miran más allá y como a un hermano, aunque nos haga la puñeta, o bien se le quiere, o al menos se le soporta.
¡Ojo!
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Las relaciones diplomáticas con el país vecino dicen que están en un "momento dulce" entre la tormenta de una calma tensa que cambia de la noche a la mañana