El acuerdo climático de París de 2015 situó al carbón en la lista negra. Desde su firma, los bancos dejaron de otorgar préstamos a los proyectos relacionados con este mineral. Sin embargo, la demanda del carbón se ha incrementado hasta niveles nunca antes vistos, y los precios de la materia prima más sucia se han triplicado en ocho años. Para luchar contra el incremento de precios, organizaciones sin ánimo de lucro y entidades financieras se unen para devolver al carbón a las fórmulas de financiación convencionales, eso sí, aparentando que luchan por su supresión.
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Las entidades plantean fórmulas para financiar proyectos relacionados con un mineral cuyo precio se ha triplicado desde la firma del Acuerdo de París
El objetivo es que los prestamistas e inversores que financian el carbón puedan demostrar que ayudan a los productores en la transición ecológica o que participan en la jubilación anticipada de minas y plantas de carbón. De esta forma, si son capaces de justificar que su apoyo financiero genera menos contaminación, podrían reclamar los beneficios en su libro de contabilidad de carbono.
El temor de activistas y organizaciones que luchan contra el cambio climático es que las empresas no planteen un juego limpio, sino que se trate de greenwashing. Es decir, que no se documente de forma clara y transparente cómo será el perfil de emisiones de la empresa donde se planea invertir en el futuro.
¿Qué es el greenwashing?
En un contexto donde la sostenibilidad se erige como uno de los pilares sobre los que se sostienen las grandes compañías globales, algunas empresas optan por disfrazar de sostenibles medidas que no lo son.
Las prácticas estratégicas utilizadas por determinadas firmas de forma engañosa disfrazadas de sostenibles cuando no lo son es lo que se conoce como greenwashing.
Las primeras fórmulas
Entre las grandes propuestas destacan los créditos de transición que la Autoridad Monetaria de Singapur quiere vincular a la eliminación de las centrales eléctricas de carbón; el programa de créditos de carbón a carbono limpio de la Fundación Rockefeller y el plan de la Alianza Financiera de Glasgow, que pretende calcular la contribución de las empresas financieras a la descarbonización en la economía real. Así, los inversores podrían reclamar una parte de la reducción de emisiones proyectada por los contaminadores a medio-largo plazo, mientras estos aumentan emisiones en el corto.
Entretanto, los mercados de deuda ya han creado herramientas como los bonos vinculados a la sostenibilidad que permiten a los inversores financiar a los contaminadores que trabajan para reducir sus emisiones evitando al mismo tiempo cualquier reacción pública.