Es una de las advertencias que recoge el último documento que han elaborado dos departamentos del Vaticano y en el que se pide más regulación de los mercados y del sistema financiero.
El documento titulado en latín Oeconimicae et pecuniariae quaestiones (Consideraciones para un discernimiento ético sobre algunos aspectos del actual sistema económico y financiero) consta de 15 páginas y sorprende por su índole económica y por la influencia que puede tener en la actitud de los 1.200 millones de miembros de la Iglesia.
Considera que es necesaria una mayor regulación del mercado porque cree que las crisis económicas han demostrado que no puede gobernarse por sí mismo y que necesita una inyección de moralidad y de ética. Algunos observadores creen que ahí apunta a los planes del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, que pretende flexibilizar las estrictas normas bancarias que se pusieron en marcha después de la crisis financiera de 2008.
El documento señala que el beneficio por el beneficio y no por el bien común es “ilegítimo” y condena la “cultura imprudente y amoral del despilfarro” que ha creado oligarquías en algunos países mientras que ha dejado a grandes masas de gente empobrecidas “sin ningún medio de escape”.
Ataca el “canibalismo económico” de algunas prácticas financieras y utiliza términos técnicos como credit default swaps, trading de alta frecuencia, hipotecas basura o banca en la sombra. El cardenal Perter Turkson cree que estos temas sí son competencia del Vaticano “.. cada problema dentro de la experiencia de la persona humana es algo que invita a la Iglesia a buscar un diálogo que permita a la humanidad solucionarlo… y no hay un problema más grande en la humanidad ahora que la cuestión de las finanzas, la cuestión de la economía, la cuestión de la pobreza, la cuestión del bienestar humano como una expresión de la dignidad humana", señala.
El Vaticano considera que la evasión fiscal y el lavado de dinero negro contribuyen al empobrecimiento de los países menos desarrollados.
Cree que la reciente crisis financiera ha brindado la oportunidad para desarrollar una nueva economía, con más principios éticos y una regulación que neutralice las tendencias depredadoras y especulativas, pero esto no ha sucedido.
Insiste en que es necesaria una mayor regulación y advierte de que algunos tipos de derivados financieros son “una bomba de relojería lista para explotar tarde o temprano”. Aboga por estableces comités éticos en los bancos y por cursos de ética en las principales escuelas de negocios.