Turquía entró en recesión técnica por primera vez en una década en la recta final de 2018, paralizada por el colapso de la lira y la subida de los tipos de interés. El producto interior bruto se contrajo un 2,4% en el último trimestre del año respecto a los tres meses previos, cuando la economía cayó un 1,6%. En comparación con el año anterior, la caída del PIB es del 3%, lo que supone un golpe a la presidencia de Recep Tayyip Erdogan de cara a las elecciones municipales de finales de mes.
En el conjunto del año, la economía turca creció un 2,6%, según el Instituto de Estadística de Turquía (TÜIK), pero es la tasa más baja desde 2009 y está lejos de los crecimientos superiores al 7% de los últimos años.
La oposición añadirá ahora la recesión a su lista de quejas contra el Ejecutivo, donde la inflación del 19% y el incremento del desempleo protagonizan la campaña de los comicios municipales.
El Gobierno destaca que la desaceleración del crecimiento es algo "temporal", pero los indicadores económicos dicen lo contrario y el crecimiento se ha ralentizado bruscamente desde la crisis monetaria del verano pasado. El anuncio de la subida de aranceles a ciertos productos por parte de Estados Unidos, el cambio en la política monetaria de la FED y las políticas erráticas de Erdogan llevaron a la lira turca a sus mínimos históricos frente al dólar. En el conjunto del año perdió un 30% de su valor frente al billete verde.
El banco central subió el tipo de interés de referencia hasta el 24% posteriormente, lo que ayudó a tranquilizar a los inversores y estabilizar la divisa, pero también derivó en una caída de los préstamos bancarios y del gasto del consumo doméstico, además de la pérdida de confianza en el sector empresarial. En concreto, el consumo privado cayó un 8,9% anual en el último trimestre y el PIB per cápita bajó a 9.632 dólares.
"Los datos actuales de 2019 indican que la economía ha comenzado a recuperarse rápidamente, que la desaceleración del crecimiento refleja una situación temporal y que la tendencia de recuperación moderada ha comenzado", según un mensaje en Twitter del ministro de Economía, Berat Albayrak.
Asegura que la caída interanual del 3% registrada el último trimestre de 2018 era algo esperado y argumentó que ya ha comenzado a caer el déficit por cuenta corriente y la inflación, que el pasado febrero se situó en el 19%, tras varios meses a la baja.
La crisis de precios ha pasado factura a los productos de consumo más básicos y a principios de año se disparó el coste de los pimientos y berenjenas, lo que provocó la ira de Erdogan y llevó al Gobierno a subvencionar algunas verduras para combatir la subida de precios, que las autoridades atribuyen a la especulación pero tiene más que ver con los temporales y la crisis de la divisa.
Otro de los problemas de la economía turca es la elevada deuda externa en divisa extranjera, agravada por la caída de la moneda nacional.
En los últimos meses el entorno financiero internacional ha ayudado a evitar que el descalabro se amplíe, especialmente por el retraso en la subida de los tipos de la Reserva Federal estadounidense, que ha ayudado a mantener los flujos de inversión en los mercados emergentes. Sin embargo, la dependencia de la financiación externa hace a Turquía vulnerable ante cualquier cambio en el exterior.