Latinoamérica es la región emergente más golpeada por la pandemia Covid-19, tanto en términos sanitarios como económicos. La región, que supone el 10% de la población mundial, acumula un tercio de los fallecidos por la pandemia.
La economía informal y la elevada densidad de las zonas urbanas contribuyeron a la propagación de la enfermedad, dificultando la aplicación de medidas de contención.
Además del fuerte impacto de la pandemia, la disminución mundial de la demanda de bienes y servicios, la reducción de los precios de los productos básicos o el acceso limitado a la financiación, han tenido un impacto devastador, según el último informe de Crédito y Caución.
Las perspectivas para la región son sumamente inciertas y están lastradas por el creciente temor a una nueva ola de infecciones. El despliegue de la vacuna será lento por lo que sus efectos sobre la economía se manifestarán, en primer lugar, a través de la mejora del entorno externo.
Crédito y Caución prevé una recuperación económica de la región parcial y desigual que será más fuerte en los países que tienen un amplio espacio fiscal para apoyar sus economías, como Chile y Perú, así como en aquellos con mayor capacidad institucional para realizar un despliegue efectivo de las vacunas. La recuperación se retrasará, especialmente, en los países dependientes del turismo.
Una contracción estimada para 2020, del 7,7%, está muy por encima de otras regiones emergentes. Esta recuperación de 2021 también se situará por debajo del promedio.
Esta grave contracción es un reflejo de tres características del mercado de trabajo de la región: la informalidad, que alcanza al 50% de la mano de obra no agrícola; los empleos en sectores de contacto intensivo como la hostelería y el entretenimiento, que superan el 40% del total; y la incapacidad del teletrabajo en más del 80% de los puestos.
En los mercados más grandes de la región, Brasil y México, se ha producido un impacto divergente de la crisis. Ambos países tienen una economía diversificada, con modestas exportaciones de petróleo y adoptaron medidas menos estrictas para contener la propagación de la enfermedad.
Sin embargo, la contracción de México estará cerca del 9%, frente al 4,8% de Brasil. En parte esto se explica porque México es una economía mucho más abierta, sensible a las conmociones externas.
Además, en Brasil el apoyo fiscal ha alcanzado el 12% del PIB, mientras que la de México ha sido sólo del 1% del PIB. México ha dado prioridad al control del déficit público, a pesar de que su deuda pública cerró 2019 en el 47% frente al 76% de Brasil.
En el caso de la política monetaria de México también ha sido más cautelosa, con tipos al 4,25% frente al 2% de Brasil. Como resultado, no se espera que la economía de México regrese a su nivel anterior a la crisis antes de 2024, un año después que Brasil.
Sin embargo, la política fiscal altamente expansiva de Brasil ha amortiguado las consecuencias económicas de la pandemia, pero tiene un costo: la deuda pública se disparará cerca del 100% del PIB.
Argentina y Perú, que impusieron algunos de los confinamientos más estrictos del mundo, alcanzarán contracciones económicas de dos dígitos. No obstante, Perú mantiene un marco sólido de políticas ortodoxas que le dan acceso a los mercados internacionales de capital y anticipan una fuerte recuperación económica.
Las otras dos grandes economías de la región, Chile y Colombia, han puesto en marcha sólidos paquetes de apoyo fiscal de alrededor del 10% del PIB, destinados a impulsar la inversión pública y privada.
Sin embargo, mientras Chile se beneficia de la recuperación de los precios del cobre, Colombia sigue viéndose afectada negativamente por la recuperación incompleta de los precios del petróleo.
El colapso del turismo mundial ha supuesto un golpe para las pequeñas economías insulares del Caribe, que están experimentando las contracciones económicas más pronunciadas de la región.
En el caso de Aruba, el país del mundo más dependiente del turismo, esta alcanza el 37%. Una de las excepciones es Jamaica, donde el aumento de las remesas y la recuperación de la industria minera amortiguaron el impacto de la conmoción del turismo.
El flujo de divisas enviado por nacionales en el extranjero, que supone casi 100.000 millones de dólares para la región, ha sido hasta ahora sorprendentemente resistente.
En gran medida, las remesas provienen de Estados Unidos, donde los migrantes suelen trabajar en sectores esenciales. Además, estos recurrieron a sus ahorros y pudieron acceder a las ayudas ofrecidas por sus países de acogida.
Fuertes caídas
No obstante, el Banco Mundial espera una caída del 8% de estos flujos en 2021 por la extinción de los ahorros, el desmantelamiento gradual de los apoyos, y la evolución de las economías en los países de acogida.
Los precios de los productos básicos han recuperado ya niveles anteriores a la pandemia. Esta es una noticia particularmente buena para la región, que alberga a los mayores productores mundiales de cobre (Chile y Perú), soja (Brasil y Argentina), mineral de hierro (Brasil como el segundo mayor) y plátano (Ecuador).
Sin embargo, se prevé que la evolución futura de los precios de los productos básicos sea menos favorable. Mientras tanto, el precio del petróleo sigue por debajo de los niveles previos a la pandemia, lo que pesa sobre los países dependientes como Bolivia, Colombia, el Ecuador, Trinidad y Tobago y Venezuela.
Ha registrado grandes depreciaciones del tipo de cambio en los países con tipos de cambio más flexibles. A ello contribuyó no sólo la fuerte caída de los ingresos por exportaciones, sino también la disminución de inversión extranjera directa.
Los países más integrados financieramente, como Brasil, Chile, Colombia y México experimentaron tras la declaración de la pandemia una salida de capitales sin precedentes.
A fin de evitar una inminente crisis de la balanza de pagos, 21 de los 33 países de la región han recibido apoyo de emergencia del FMI y otros organismos multilaterales de desarrollo.