En pleno siglo XXI, la salud y el bienestar se han convertido en prioridades para muchas personas, en especial con el aumento de la conciencia sobre lo que se consume y cómo impacta en el cuerpo.
Sin embargo, a pesar de todos los avances en nutrición, sigue existiendo un problema de salud pública que muchas veces pasa desapercibido: el déficit de vitaminas como la C y la B1. ¿Por qué, en un mundo lleno de alimentos enriquecidos y suplementos, hay estas deficiencias?
Un problema más común de lo que parece
El déficit de vitamina C y vitamina B1 no es un fenómeno raro, aunque su impacto no siempre se percibe de inmediato. Cada vez hay más gente que sufre estos problemas, a menudo sin saberlo.
Esto se debe a una dieta desequilibrada, que, en muchos casos, no cubre las necesidades nutricionales básicas. Las vitaminas son elementales para que el cuerpo trabaje bien, pero su ingesta diaria se ve comprometida por diversos factores.
Una de las principales causas es el consumo elevado de alimentos ultraprocesado, estos productos, aunque convenientes, suelen carecer de las vitaminas necesarias, ya que se someten a procesos industriales que destruyen gran parte de sus nutrientes.
A su vez, la alimentación diaria se ve afectada por la limitada presencia de frutas y verduras frescas; el ritmo acelerado de vida y la falta de tiempo para preparar comidas saludables contribuyen a que se recurra a soluciones rápidas, pero deficientes en nutrientes.
Por otro lado, el estrés, las enfermedades crónicas y las condiciones de salud como el tabaquismo o el alcoholismo aumentan la necesidad de estas vitaminas.
Consecuencias de lo que no se ve a simple vista
Aunque las consecuencias inmediatas de la falta de vitamina C y vitamina B1 no son tan evidentes, los efectos a largo plazo pueden ser graves.
La vitamina C es esencial para el colágeno, componente fundamental de la piel, los huesos y el proceso de cicatrización. Su déficit lleva a enfermedades como el escorbuto, aunque hoy en día este trastorno es raro.
Sin embargo, la falta de esta vitamina se asocia con un sistema inmunológico más débil, mayor vulnerabilidad a infecciones y problemas en la salud cardiovascular.
En cuanto a la vitamina B1 (tiamina), su deficiencia se vincula a problemas como el beriberi, una afección que compromete tanto el sistema nervioso como el corazón.
En los casos más extremos, causa daños irreversibles al sistema nervioso, con síntomas como debilidad muscular, pérdida de memoria y dificultad para caminar.
Además, la falta de tiamina se ha asociado con trastornos como el síndrome de Wernicke-Korsakoff, que afecta a la función cerebral y la memoria.
Los efectos psicológicos tampoco hay que subestimarlos. La falta de vitamina C se relaciona con trastornos del ánimo por su impacto en la producción de neurotransmisores.
Asimismo, la vitamina B1 es parte de la función cerebral, por lo que su deficiencia influye en la cognición y la memoria, lo que afecta la capacidad para realizar tareas cotidianas.
¿Cómo prevenir y tratar este déficit?
La prevención y el tratamiento del déficit de vitamina C y vitamina B1 son sencillos, pero requieren un compromiso. La solución es introducir a diario alimentos que sean ricos en estas vitaminas.
Además, es posible complementar la ingesta con suplementos vitamínicos, en particular si se tiene una dieta restrictiva o se padece alguna condición médica que dificulte la absorción de nutrientes.
Se recomienda consultar con un profesional de la salud antes de tomar cualquier suplemento. El consumo excesivo de ciertas vitaminas tiene efectos adversos para la salud.