“Si no tienes competencias digitales y marca personal, tu empleabilidad baja a cero”. Esto me lo decía recientemente una experta en recursos humanos, hablando sobre los nuevos modelos que se han incorporado en el mercado de trabajo, marcados irreversiblemente por la digitalización y la ingeniería social.

El empuje de las nuevas generaciones y sobre todo el cambio de prioridades en la vida de los mas jóvenes, está reordenando las relaciones laborales. Su forma de entender la vida irremediablemente va a chocar con organizaciones tradicionales, escasamente innovadoras y poco flexibles.

La marca personal se convierte en una gran alternativa como trampolín de la empleabilidad en la generación Z, gracias a la divulgación de sus actividades mediante las redes sociales, cuidando al máximo sus apariciones, y situándose a la espera de ofertas procedentes del mercado laboral que para ellos tienen que cumplir al menos dos requisitos: ser atractivas, y encajar en sus intereses y filosofía de vida. En caso contrario, son capaces de rechazar cualquier oferta si esta no cumple criterios de sostenibilidad, respeto del tiempo de ocio, modo de trabajo hibrido y compensación en forma de salario emocional.

La marca personal se convierte en una gran alternativa como trampolín de la empleabilidad

La sorprendente seguridad de los centennial en sus propias capacidades a la hora de incorporarse al mercado laboral está directamente relacionada con el propósito personal, es decir, con lo que realmente les gusta hacer; aquello en lo que realmente son buenos y obviamente en convenir mutuamente el salario que se ofrece a cambio de sus servicios. Los Z son nativos digitales, se informan por Twitter, son tiktokers, utilizan servicios de movilidad compartida y piden comida a domicilio a través de aplicaciones, siendo estas algunas de las señas de identidad que los definen. Ante esta forma de afrontar la vida, me pregunto… ¿entonces, en qué se parecen a las generaciones precedentes? ¡En nada!

La empleabilidad de los Z se va a convertir en un mundo de equilibrios laborales y emocionales, algo inédito e impensable tan solo unos años atrás. Este cambio de paradigma va a condicionar el futuro de unas relaciones laborales reordenadas y superadas por los nuevos tiempos, liderados por una generación sorprendente y fantástica.