Uno de los culpables es Amazon. La gigante del e-commerce ha impuesto un modelo de negocio en el que los envíos gratuitos están a la orden del día. Y si las minoristas quieren competir en el mercado, deben igualar a la reina. Y es que los consumidores exigen el envío gratuito en sus pedidos. Las minoristas no pueden pasar esto por alto, porque si no, están fuera del negocio.
La entrega a hogares particulares es tres veces más costosa que la entrega a comercios. Y esto pone a los transportistas y a las minoristas en un aprieto.
La solución está en la caja o el embalaje que contiene el producto. Las minoristas apuestan por el diseño de nuevos paquetes que ahorren espacio. Esto mejora la densidad de los paquetes en los camiones de reparto, reduce los costes de las minoristas y aumenta los márgenes de los transportistas. De hecho, muchas minoristas han adoptado esta medida: un ejemplo es la empresa de paquetería estadounidense UPS, hasta el 60% de sus pedidos se envían con paquetes más pequeños para reducir las tarifas de envío. Y su rival FedEx hace algo muy similar.
El embalaje está en el centro de todo. Es la oportunidad para mejorar. De hecho, muchas minoristas tienen ahora máquinas de envasado bajo demanda con las que personalizan las cajas de envío. Aunque también trabajan en otras formas de reducir costes. Una de ellas, dejar lotes de paquetes en lugares concretos donde los clientes pueden ir a recogerlos. Además, imponen recargos a las cajas que ocupan demasiado espacio en relación con su peso.
El envío gratuito tiene sus luces y sombras. Cualquier negocio que quiera entrar en el e-commerce debe entender que al cliente no le importa si el envío a domicilio cuesta dinero. El consumidor no quiere pagar por él. Quien no lo entienda, no puede jugar con las estrellas.