La pérdida de poder adquisitivo es un fenómeno que afecta a millones de personas. Antes, un solo sueldo era suficiente para mantener una familia, pero hoy la realidad es diferente. Aunque el progreso tecnológico ha reducido costes, el impacto de la política monetaria ha provocado el encarecimiento de la vida.
La política monetaria descoordina la economía
El dinero surge de manera natural en el mercado como el bien más líquido y ampliamente aceptado para facilitar el comercio y superar las limitaciones del trueque. Su función principal es el cálculo económico, herramienta fundamental para establecer precios de todos los bienes y servicios en una única unidad de cuenta. Esto permite que los agentes económicos pueden decidir qué, cuánto y cómo producir.
Un dinero sólido y estable permite que los precios reflejen información genuina sobre la escasez relativa de bienes y servicios, permitiendo una eficiente asignación de recursos. Sin embargo, cuando los gobiernos y bancos centrales aplican políticas monetarias que afectan a la oferta monetaria, distorsionan las señales del mercado a través de precios relativos ilusorios, que generan errores de inversión en proyectos fallidos que dilapidan los escasos recursos de la sociedad.
El resultado inevitable de esta combinación de políticas monetarias expansivas, junto con la destrucción del capital acumulado que conlleva este proceso, lleva a la inflación. La inflación no es un aumento generalizado de los precios, sino la pérdida del poder adquisitivo de la unidad monetaria, como consecuencia del aumento de la oferta monetaria no compensada con una producción equivalente de bienes y servicios.
Ganadores y perdedores de la inflación y sus efectos
El efecto Cantillon puede entenderse con una analogía del Monopoly: si el banco aumenta arbitrariamente el dinero que los jugadores reciben al pasar por la casilla de salida, los primeros en recibirlo pueden adquirir más propiedades antes de que los precios suban. En la economía real, los primeros beneficiarios del nuevo dinero son el gobierno y el sector financiero, mientras que el resto de la población ve cómo su poder adquisitivo disminuye al enfrentar precios más altos.
Los costes de la vivienda, educación, salud y alimentos suben más que la inflación general. El crédito barato ha inflado los precios inmobiliarios, dificultando el acceso a la propiedad. En sectores intensivos en mano de obra, como la salud y la educación, el incremento de productividad no ha compensado la pérdida de poder adquisitivo, a diferencia de otros sectores como la tecnología, donde se observan caídas de precios.
Aunque la innovación tecnológica debería abaratar los bienes y servicios, el sistema financiero actual genera inflación, que es la manifestación de la pérdida del poder adquisitivo del dinero. La expansión descontrolada del dinero beneficia a unos pocos, perjudicando a la mayoría. Un replanteamiento de la política monetaria y del dinero fiat (El dinero fiat es aquel que un gobierno emite y respalda) es clave para evitar que el dinero continúe perdiendo valor y afecte la calidad de vida de la población.