El motivo: el auge de los coches eléctricos. A medida que los controles de emisiones se vuelven más estrictos, la demanda de este tipo de vehículos aumenta, sobre todo en China. Las previsiones son las siguientes: en 2021 se venderán 4’4 millones de coches eléctricos e híbridos y en 2025 las ventas alcanzarán los 6 millones de unidades.
Y el cobalto es un elemento clave de las baterías de iones de litio. De hecho, se estima que en 2020 el 75% de los coches eléctricos utilizará cobalto, especialmente para alargar su autonomía.
Pero tras siete años de superávit y sobrecapacidad, el mercado entrará en déficit de cobalto este año, debido sobre todo a una cadena de suministro insegura.
El principal problema es que este mineral no es fácil de conseguir. El 60% de las reservas de cobalto están en la República Democrática del Congo, país en constante conflicto por una guerra civil que ya suma 20 años. Y uno de los motivos de lucha es el control de sus recursos, entre ellos las minas de cobalto, situadas en lugares casi inaccesibles.
A ello le añadimos otro problema: el 98% del cobalto no se encuentra puro en la naturaleza. Se tiene que depurar a partir de la producción de cobre y níquel, por lo que en el mercado internacional hay una escasa oferta y las empresas que lo demandan intentan conseguirlo a través de proveedores directos.
Para que nos hagamos una idea, el año pasado se demandaron 100.000 toneladas de cobalto a nivel mundial. La mitad de esa cantidad se utilizó en baterías para coches eléctricos, teléfonos móviles, ordenadores portátiles, cámaras digitales y taladros sin cables. Este año, la demanda crecerá un 30% hasta las 130.000 toneladas y ya se espera un déficit de 900 toneladas. Pero este déficit irá en aumento los próximos años, hasta situarse en unas 5.300 toneladas en el año 2020.
Y para anticiparse a la escasez de cobalto físico, los inversores se lanzan a por la compra de este metal.