La inversión socialmente responsable (ISR) ha dejado de ser un área de nicho para convertirse en toda tendencia. “El universo de inversión ya no tiene limitaciones, las empresas que no están alineadas con criterios sociales, entran en un mundo marginal”, sentencia Francisco Javier Garayoa, director general de Spainsif.
Hay oferta y también mucha demanda, “la inversión social está creciendo a velocidad exponencial, en el ámbito minorista hay mucho interés, pero falta información”, lamenta Ana Martín de Santa Olalla, responsable del área de desarrollo de negocio y comercial de CaixaBank Asset Management. Este es uno de los retos a corto plazo de la ISR: la formación. “Tenemos que ofrecer una información completa y rápida desde las redes comerciales, porque este mundo que tiene que calar en los particulares”, reflexiona Garayoa.
Este tipo de inversiones no abandonan los criterios tradicionales de selección de valores, sino que los aúna con tendencias ambientales, sociales y de gobernanza (ASG) que tienen un gran impacto positivo en la sociedad, como la inversión de impacto, “muy dirigida a resolver grandes retos sociales, como por ejemplo, la condensación urbana y la despoblación rural”, añade José Luis Ruiz de Munain, presidente y director ejecutivo de Foro Impacto.
Objetivos muy ambiciosos que llevan a preguntarse sobre la rentabilidad. “Las empresas con el mejor análisis financiero y con las mejores puntuaciones en ASG, presentan a largo plazo más rentabilidad”, explica Elena Guater Ros, directora general para España, Portugal y Latinoamérica de Candriam. “La ISR realiza una profunda gestión de riesgos y rentabilidades. Su propia filosofía reduce riesgos potenciales como el reputacional o el impacto negativo al medio ambiente”, concluye.
En los últimos años, la inversión socialmente responsable ha evolucionado mucho, sobre todo en lo institucional. Parece lógico, los mercados son globales y los gobiernos tienen que avanzar. De hecho, la Comisión Europea trabaja en el desarrollo de un marco jurídico común.