"Nuestra compañía ha sido deshonesta con la Agencia de Protección Ambiental y la Junta de Recursos del Aire de California y con todos vosotros y, en palabras alemanas, la hemos cagado"
Estas fueron las palabras del por entonces CEO del Grupo Volkswagen en EEUU, Michael Horn, pocos días después de que saltara el escándalo del dieselgate.
18 de septiembre de 2015. Ésa es la fecha en la que la Agencia de Protección Ambiental de EEUU acusó al grupo alemán de manipular cerca de medio millón de vehículos con un software que engañaba el control de las emisiones. Este software conseguía emitir muchas menos partículas del óxido nitroso NOx cuando detectaba que el vehículo era examinado. Con este truco, la contaminación de esos modelos de Volkswagen superaban hasta 40 veces los niveles autorizados.
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Desde entonces, una tormenta constante ha sacudido a Volkswagen en su intento por sobreponerse al escándalo. Ya ha destinado cerca de 20.000 millones de dólares para cubrir el coste del dieselgate: desde los 15.000 millones de dólares a EEUU hasta los cinco millones de euros que se barajan ahora para Italia, uno de los primeros países europeos que multan a la compañía. Y todos estos juicios y multas a los que se enfrenta la alemana podrían incluso doblar la factura final, con lo cual los recortes serían inevitables.
De hecho ahora Volkswagen busca acordar con sus sindicatos un plan de reducción de costes de cara a las próximas décadas. Este plan podría determinar si el grupo alemán se recupera por completo de su escándalo.
La clave para esa recuperación será afrontar un problema anterior al dieselgate y que se ha agravado a causa de él: el alto coste de sus fábricas alemanas. El grupo ya se ha reunido en varias ocasiones para atajar este problema y una de las medidas que proponen es destinar la producción de dos coches eléctricos a fábricas alemanas que actualmente se encargan de hacer motores de combustión y otros componentes relacionados.
Además de esa política para afrontar los elevados costes, el dieselgate ha desencadenado otras consecuencias: una de ellas, el impacto en la imagen de la marca Volkswagen, una imagen que se ha visto muy perjudicada sobre todo en EEUU, donde se han resentido las ventas a nivel general: cayeron casi un 4% en el pasado mes de agosto.
Sin embargo, las ventas a nivel europeo en lo que llevamos de año han subido en torno a un 3% en comparación con el año pasado, sumando un total de 2’34 millones de vehículos vendidos. Si analizamos la marca Volkswagen en el acumulado de los ocho primeros meses de 2016, ha vendido un poco menos, pero aun así es la mayor de todas las marcas en el sector. A pesar de esa mejor cara que presenta fuera de EEUU, la credibilidad del grupo sigue mermada.
Y de ahora en adelante, ¿qué puede pasar? ¿Cuáles son los frentes que se abren para la compañía? La política de recortes, es uno de ellos, hacer frente a todas esas demandas, es otro, pero no debemos descuidar el impacto de este dieselgate en la industria europea. Un año de Volkswagen y su dieselgate, un efecto dominó que, según algunas previsiones, tendrá sus mayores consecuencias a partir del 2017.