Desde que hace 5 años, en 2011, nació la línea de teléfonos Galaxy de Samsung, Apple puso en marcha su estrategia legal de defensa del iPhone, dados los parecidos de algunos de sus componentes.

Así se inició una batalla en materia de propiedad entre los dos grandes, que acabado en el Tribunal Supremo de los Estados Unidos, cuya discusión se ha centrado en si, advertida la copia de algunos componentes, se ha de condenar solo al pago por los elementos copiados o por el conjunto resultante.

Como ha argumentado la defensa victoriosa de Samsung no puede ser que quien copie, por ejemplo, el diseño de un recipiente de vasos que se integre en un coche, pague por los beneficios que todo el coche produzca.

La decisión del Tribunal Supremo, que ha sido unánime, dice que la cuantía no ha de estimarse en función de los beneficios comerciales por la venta del producto sino por el valor de cada uno de los componentes que infringen la ley.

Por tanto, el enfoque es muy distinto al de la anterior sentencia que condenaba a Samsung a abonar 399 millones de dólares. No sabemos hoy día exactamente el importe, pero se interpreta claramente como una victoria de Samsung frente a Apple quien verá disminuida su cuantía.


La batalla, como siempre pasa en estos casos, no ocurre solo entre las compañías, también la hallamos en la opinión pública. Todo el mundo tiene algo que decir sobre si las esquinas redondeadas o la interface del usuario son las mismas. Y a nivel de despachos de abogados lo mismo, porque de un lado encontramos a un antiguo abogado general del Estado representando a Apple, claro perdedor del caso. 

Es un caso más que demuestra la importancia de la propiedad intelectual e industrial de las patentes, que son utilizados como una poderosa arma de la batalla comercial, no digamos ya en el caso de Apple que quiere proteger incluso las bolsas en las que envuelve sus teléfonos.

Por: Arcadio García Montoro