Unos insisten en que la inflación es transitoria, otros aseguran que hay que redefinir qué es esto de temporalidad, pero mientras tanto, las facturas siguen subiendo y el bolsillo del consumidor vaciándose.
Un sillón de Ikea y Angela Merkel "sirven" para hablar de cómo los problemas de la economía traen de cabeza a un continente entero.
Escucha la historia completa en este podcast de Mercado Abierto:
La canciller dejaba este miércoles 16 años después, el bastón de mano en Alemania mientras la cadena sueca lanzaba una campaña promocional en toda Europa con la política 'legendaria'
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La escalada de los precios no para. Un 4,9% de año a año en la zona euro, la que se queda como la cifra más alta desde que hay registros históricos, desde 1997. Crónica de un repunte anunciado.
Esto, por lo menos, va a durar hasta primavera, pero mientras tanto, al consumidor de a pie, poco a poco, los ahorros generados por el confinamiento de la pandemia se le van acabando y la actividad económica, lejos de lo que se podía pensar, cada vez más se acerca a un estancamiento. O eso dicen, al menos, los organismos internacionales. De hecho, esta semana la OCDE nos ha dicho que, en nuestro caso, más que acelerar, desaceleramos en el crecimiento.
A falta de datos de cierre de 2021, el pasado, el salario medio un español se situaba en los casi 27.000 euros. Y, ¿cuándo cuesta comprar aquí un sillón orejero en el minorista de muebles más conocido del mundo? 249 euros el sillón de nombre Strandmon y apadrinado por, hemos de decirlo, Ikea.
Y es que les puede parecer un poco “tontería” esto de analizar la inflación con un sofá, pero no lo es tanto. Todo viene por ella.
El 'sillón de' Merkel
Angela Merkel, canciller de Alemania que ayer, 16 años después de su llegada, abandonaba la cancillería de la primera economía europea.
Lo hacía ayer mismo, de esta manera que escuchábamos, entre aplausos de los que han sido sus compañeros durante casi dos décadas en la política alemana. Merkel e Ikea. ¿Qué tienen que ver? Que la sueca, nada más anunciarse su salida del ejecutivo germano, lanzó en redes una campaña publicitaria de su orejero Strandmon con la física como protagonista.
Ella (mejor dicho, su doble) sentada en el sofá, mirando por la ventana y un eslogan que le reza a su jubilación: por fin en casa. Más allá de la anécdota, por aquí nos fijamos en la etiqueta. 169 euros de sillón. Recuerdan, en España está a 249 y la diferencia es que, según los que saben, Alemania se enfrenta a una posible deflación en medio de un clima de subidas de precios generalizadas en todo el mundo.
Con estas cifras sobrevuela sobre el continente el miedo a lo sucedido en los años treinta en Alemania y en otros rincones del globo, cuando el dinero perdió de golpe su valor y era necesario cargar con kilos de papel para un sencillo pago.
Fue así el caso de Austria y luego la República de Weimar alemana, cuya moneda salió herida de muerte de la Primera Guerra Mundial y con unas tasas de endeudamiento público dantescas.
Entonces, el sofá en Alemania el sillón cuesta 80 euros menos a pesar de que el sueldo medio (después de haber caído) es del doble.
"No hay que sobrereaccionar"
Vamos a ver qué pasa en Francia, la otra gran economía del bloque. Aquí el “sillón de Merkel” lo tenemos en 249 euros, igual que aquí, aunque la tasa de inflación de noviembre, la última, es mucho menos, 2,8%. En París se habla de hiperinflación aunque el Gobierno aboga por mantener la “sangre fría”.
La distopía italiana
Nos queda también analizar la situación en Italia. Aquí, el Gobierno del primer ministro, Mario Draghi, llama a incrementar el gasto en Europa porque el país transalpino, dice, necesita dinero.
Él dice también que la inflación será temporal, en su caso, el problema está en la cadena de suministro. Mejor es tenerlo todo, dice, cerca de casa, pero no es posible siempre.
A lo largo de los años, Europa y Estados Unidos han trasladado una gran parte de sus industrias manufactureras a China, India y otros lugares para aprovechar su coste de mano de obra mucho más bajo y regímenes regulatorios laxos.
Y esto ahora se ve en que un país con un salario medio más alto que el nuestro, más de 30.000 euros al año y con una tasa de inflación incluso menor, 3,6% (mucho menor), en este país, el sillón es más barato, al contrario de lo que se podía pensar que en España, pero más caro que en Alemania, donde la gente cobra 20.000 euros más cada año. En un Ikea de Roma, un orejero está en los 199 euros.
Así están las cosas, hace unas semanas, si recordamos Jerome Powell, el presidente de la Reserva Federal, decía que había que revisar qué quiere decir “transitoriedad” por la inflación. De momento, lo acabamos de ver, ya no vale justificar los precios en un mayor nivel de vida porque un sillón de Ikea nos ha demostrado que no siempre es así.