Reino Unido era, hace cuatro días, la primera economía del G7 en subir tipos tras el estallido de la pandemia en marzo de 2020. La Reserva Federal tiene planes para registrar hasta tres repuntes en 2022. El Banco Central Europeo (BCE) no tiene nada sobre la mesa, ni se espera. Y este lunes, el Banco Popular de China, a la contra, los baja.
¿Qué está pasando? ¿Cómo observa cada economía la recuperación?
Escucha la historia completa en este podcast de Mercado Abierto:
Pekín baja tipos para no sucumbir a la "amenaza" sobre la recuperación mientras que Washington adelanta subidas para 2022... ¿cómo lo justifican?
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Una Reserva Federal y un Banco de Inglaterra “hawkish”, es decir, contrarios a las políticas monetarias acomodaticias frente a un Banco Popular de China que opta por ser moderado respecto al 2022.
2022, año al que Washington y Pekín pasarán divergiendo en las normas que regirán el mundo para hacer frente a las consecuencias de la pandemia de la COVID-19 y establecerá una desaceleración sincronizada en las dos economías más grandes del mundo.
Caminos diferentes para tratar de llegar a lo mismo: la recuperación económica y, a ser posible, lo más robusta y duradera que se alcance. ¿El problema? Las incertidumbres, sobre todo, por ómicron, una nueva cara de la pandemia de más rápida expansión, pero también a raíz de la inflación que Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo dice que está subiendo.
Sobre la que Jerome Powell, su homólogo en la Reserva Federal, comenta que aumenta la presión y que, el tercero en discordia, Andrew Bailey, del Banco de Inglaterra, firma bajo estas mismas líneas.
Por esto, Lagarde dijo el jueves que no quería asumir un riesgo “innecesario” al retirar estímulos demasiado pronto y Powell, optimista en base al empleo, aseguraba un día antes que “pasarían a la acción”.
UK "a la cabeza"
De momento, los únicos que lo han hecho son los británicos. En el Reino Unido, su banco central elevaba los tipos del 0,1% al 0,25%, confundiendo a los economistas. El gobernador, Andrew Bailey justificaba el movimiento como un paso “a la acción” por la situación macroeconómica.
Cambios de compás en un mercado en el que los dos principales actores divergen y un tercero cambia de parecer. Por un lado tenemos a Estados Unidos. A la Reserva Federal de Jerome Powell que en noviembre decía tras su reunión de dos días de principios de mes que iban a mantener las tasas cercanas a cero.
Y en diciembre, mes y medio después cambió de opinión y decía la semana pasada que monitorizarían la situación y, según se desprendía de la junta de gobernadores, las subidas de tipos vendrán hasta tres solo en los doce meses que nos quedan por delante.
Tenemos luego al Banco Central Europeo de Christine Lagarde quien, a finales de octubre descartaba subidas en 2022. En noviembre decía que en 2023 va a ser difícil. Y la semana pasada no se comprometía “a nada”.
Y los vientos de Oriente...
Mientras tenemos esto en Occidente, una recuperación a dos marchas. ¿Qué está sucediendo en Asia? Allí Japón ni cuenta con mirar a los tipos y más con una inflación a contracorriente del mundo.
En China, sin embargo, este lunes han hablado para decir que bajan los tipos por primera vez en casi dos años para intentar detener el “frenazo” del crecimiento económico. A un año vista pasan del 3,85% al 3,8%, lo que supondrá una inyección a la economía de 12.500 millones de dólares. Aunque los tipos oficiales, de momento, se evita tocarlos.
Dos maneras de ver la recuperación. Dos formas de entender la economía que podría generar una divergencia en el crecimiento si Estados Unidos mantiene su senda hacia el pleno empleo y China hacia la desaceleración.
En cualquier caso, el eje sobre el que se orienta cada uno de los bancos centrales afectará, sí o sí, al devenir económico mundial; con un yuan que, de fortalecerse el dólar, tendrá que hacerse valer en un mercado de reequilibrio de carteras.
Así las cosas, bien es verdad que, en última instancia, todo dependerá del ritmo de endurecimiento de la política monetaria de la Reserva Federal y de la relajación de presiones del Banco Popular de China.
Recordemos que en gigante asiático este ha sido el año de Evergrande y de la indecisión en el mercado inmobiliario, lo que provocó incumplimientos de deuda, una caída en las ventas e inversiones de viviendas y un crecimiento económico más débil, una desaceleración que los responsables políticos quieren evitar que empeore en un clima en el que el Partido Comunista busca, como sea, afianzar su poder.
En cualquier caso, dicen los expertos que esta divergencia, lejos de ser un problema, puede ser un buen momento para reequilibrar la economía global y mirar con impaciencia a lo que vendrá dentro de unos días, a la veda que abrirá el 2022.