España y Arabia Saudí han firmado la antesala del contrato de adquisición de material de Defensa que incluye la compra de cinco corbetas a la empresa Navantia por un monto cercano a los 2.000 millones de euros. La compañía Sami es la responsable de la parte saudí y creará con la española una empresa conjunta para los futuros programas navales del país.
El acuerdo no está exento de polémica. A su favor se sitúan quienes defienden las relaciones comerciales entre ambos países y entienden esta venta como un balón de oxígeno para los astilleros nacionales. En contra se posicionan desde hace años varias ONG, como Amnistía Internacional y Oxfam Intermón, que piden poner fin a las exportaciones de armas a Arabia Saudí, sobre todo, dados los conflictos armados que mantiene Riad y especialmente la guerra de Yemen.
Mohamed bin Salman, que ha venido a Madrid acompañado de un séquito de 700 personas, se ha reunido con los Reyes, con el presidente del Ejecutivo y la ministra de Defensa, aunque al almuerzo oficial ayer en el Palacio Real también se sumaron los ministros de Exteriores, Fomento y Energía. España se lleva una parte del pastel de esta gira internacional saudí menor que sus socios europeos, pero espera consolidar acuerdos en diversas materias; como cultura, ciencia y tecnología, pero sobre todo transporte, infraestructuras y defensa.
El preacuerdo con Navantia se suma a otros 120 proyectos conjuntos que ya tienen en marcha Madrid y Riad. Además de la construcción por parte de un consorcio nacional del AVE Medina-La Meca, FCC y Typsa se encargan del metro de la capital saudí por unos 6.000 millones y Técnicas Reunidas se adjudicó en noviembre dos proyectos de gas valorados en 1.700 millones de euros, entre otros contratos. El exembajador de España en Arabia Saudí, Pablo Bravo, explica en Capital, la Bolsa y la Vida, que estos acuerdos “dan un gran empujón a la presencia de España en el país y crean oportunidades en muchos sectores empresariales”.
El heredero saudí y la Visión 2030
Mohamed bin Salman se ha alojado en el Palacio del Pardo aunque es el príncipe heredero y no se trata de una visita de Estado, lo que muestra la deferencia de las instituciones españolas con el hijo mayor del actual rey, Salman bin Abdulaziz.
Con 33 años y un ascenso fulgurante sobre otros miembros de la casa real del país esta gira internacional consolida su papel y su particular visión de futuro en un momento delicado para Arabia Saudí. En pleno proceso de diversificación económica y con un precio del petróleo más bajo de lo que a Riad le gustaría, el príncipe mantiene el pulso doméstico y externo.
Desde hace más de diez meses se mantienen las fuertes sanciones comerciales y diplomáticas sobre Qatar, a quién Riad acusa de financiar al terrorismo pero sobre todo quiere evitar que vaya por libre en su estrategia exterior y especialmente en sus relaciones geoeconómicas con Irán. Tampoco ha variado la postura en el conflicto bélico en Yemen que suma ya tres años y la peor crisis humanitaria de 2017 con más de 10.000 muertos según Naciones Unidas, y donde también busca Arabia Saudí contrarrestar la influencia de Irán, a quién acusa de apoyar a los rebeldes hutíes.
En clave doméstica, destaca la purga realizada en noviembre del año pasado con la que Bin Salmán detuvo a cientos de altos cargos del país, entre ellos 11 príncipes y varios ministros y exministros. El movimiento le ayudó a consolidar su poder y acallar a los detractores de sus políticas.
En su plan de reformas también destaca la apertura hacia la organización de eventos y conciertos y la apertura de cines, siempre supervisados por las autoridades pertinentes. Otro de los cambios más notorios internacionalmente es el levantamiento en de la prohibición de conducir y asistir a eventos deportivos para las mujeres. Medidas que más que un cambio social real estarían buscando ganarse la popularidad entre las capas más jóvenes del país, cuya población es mayoritaria, además de las propias mujeres y las potencias extranjeras.