Como los cánticos de sirenas atraían a Ulises en la ‘Odisea’ de Homero, el magnetismo de unos monumentos megalíticos singulares, los talaiots, parecen atraer al visitante hacia Menorca, bella por naturaleza y reconocida por la UNESCO como Reserva de la Biosfera desde hace un cuarto de siglo. Una isla –la segunda mayor del archipiélago balear después de Mallorca– que tiene el privilegio, por su ubicación geográfica, de ser el primer lugar de España donde ver amanecer.
Los apenas 47 kilómetros que separan Maó, su capital (al este), de Ciutadella (oeste), y los 17 kilómetros de norte a sur la convierten en un destino muy manejable ideal para una escapada vacacional, de puente o incluso de weekend en cualquier momento del año. Una isla que podemos empezar a descubrir y disfrutar a partir de estas diez tentadoras pistas:
1 – Calas y playas de fuerte contraste. Al sur, la finísima arena blanca y aguas turquesa arropan coquetas calas como Macarella, Macarelleta, Turqueta, Es Talaier o Mitjana u otras urbanizadas como Galdana o Punta Prima. Al norte, por contra, el paisaje se torna más natural y virgen, entre formaciones rocosas de pizarra y arcilla roja,ercomo Cavallia, Binimel·la o Pregonda.
2 – Camí de Cavalls, paseando por la historia. Los mejores paisajes de la isla se contemplan recorriendo los 185 kilómetros repartidos en 20 tramos de esta ruta senderista (GR223) cuyos orígenes se remontan al siglo XIV, cuando el rey Jaume II ordenó a los caballeros menorquines poner vigilancia a caballo por todo el perímetro de sus 216 kilómetros de costa.
3 – La Menorca Talayótica. Se remonta a 4.000 años atrás y hay más de 1.500 yacimientos en la isla, con construcciones tan llamativas como los talaiots, las taulas y las navetas. Este patrimonio es único en el mundo por la tipología de algunas de estas construcciones, su excelente estado de conservación, su monumentalidad y su densidad (¡2 por km2)!), por lo que es candidato a Patrimonio Mundial de la Humanidad. A destacar la Naveta des Tudons (Ciutadella) y los poblados talayóticos de Trepucó (Maó) y Torre d’en Galmés, entre Alayor y Son Bou.
4 – Maó-Ciutadella; tan distintas, tan seductoras. Maó, puerta de entrada aérea y marítima a Menorca y su capital, aún conserva el aire que le dieron los británicos, que permanecieron casi un siglo –el XVIII– en la isla. Destaca su puerto –el natural más grande de Europa– donde está la destilería de gin Xoriguer, su ginebra autóctona. Ciutadella, la antigua capital, es una joya de piedra que reviste las señoriales fachadas de sus palacios. Su laberinto de callejuelas, la Catedral de Menorca y un puerto que parece un canal veneciano son otros de sus atractivos.
5 – Monte Toro, su cima y corazón panorámico. Menorca es una isla plana cuya única montaña apenas tiene 358 metros. Pero su techo ofrece la mejor panorámica de toda ella, además de acoger el santuario de su patrona, la Madre de Dios del Toro (siglo XVII). También llama la atención la espectacular estatua de un Cristo redentor, que recuerda al del Corcovado de Río de Janeiro.
6 – A caballo o en bicicleta. Recorrer la isla a lomos de un caballo es una experiencia única para disfrutar de este paraíso natural. Diversas empresas organizan salidas individuales o en grupo adaptadas a todos los niveles. Otra alternativa de turismo activo es la bicicleta, para lo cual la isla dispone de 21 trazados cicloturistas perfectamente señalizados.
7 – Excursiones marítimas y deportes náuticos. El mar forma parte de la esencia de Menorca. Para descubrir los rincones más bellos y recónditos de su costa, nada mejor que navegar en catamaranes u otras embarcaciones. Y para divertirse de forma activa, practicar deportes náuticos como el kayak, windsurf, vela, submarinismo, paddle surf o motos acuáticas.
8 – Sus pueblos, encanto rural. La Menorca interior es otro gran atractivo de la isla, para conocer sus raíces rurales. Alaior, ubicada sobre un montículo, destaca por su creatividad pastelera y fue cuna de los famosos helados La Menorquina. Es Mercadal, encrucijada de caminos, es un pueblo encalado que presume de un espectacular aljibe del siglo XVIII. Ferreries destaca por su calzado artesano, las famosas y tradicionales abarcas. Sant Lluis llama la atención por su emblemático molino. Sant Climent está rodeado de yacimientos talayóticos. Y Es Migjorn Gran es el municipio más joven… pero cuna de la cultura popular e invita a sosegados paseos.
9 – Sus fiestas: ‘jaleos’ ecuestres. La isla es famosa por sus caballos de raza y estos son los protagonistas de todas sus fiestas populares, que arrancan con las de Sant Joan en Ciutadella (23 y 24 de junio). Los ‘jaleos’ o cabalgadas a dos patas mientras la gente aguanta los músculos del animal desde sus costados son un espectáculo único e inolvidable.
10 – Gastronomía excelsa y de proximidad. Aunque el plato estrella es la Caldereta de langosta –sencillo guiso de pescadores elevado a excelso manjar– la cocina menorquina es rica en matices y puede degustarse a través de diversas rutas, como la del queso, del vino, de las recetas tradicionales y de la gastronomía marinera. También es mundialmente famosa su salsa mahonesa.