Comenzamos nuestro viaje. A la sombra de los Pirineos y acariciando el mar Mediterráneo, nos adentramos de lleno en el Baix Empordà. Su clima templado, sus playas formadas por pequeñas calas llenas de historias, sus espacios naturales protegidos con una gran riqueza natural y la peculiar belleza de su entorno con un importante patrimonio cultural, hacen que sea un destino perfecto para disfrutar durante todo el año.

Descubrimos nuestra primera parada: Pals. Un pueblo medieval rodeado por un paisaje propio de la Toscana que compone una imagen única para capturar. Los extensos campos de cultivo del arroz le dan el motivo de su popularidad. El arroz de Pals es un indispensable de la gastronomía más autóctona, incluido dentro de la marca ‘Productos del Empordà’, y un deleite para todo aquel que lo prueba.

IMG_6194Continuamos, y lo hacemos oliendo a mar. Palamós, con su puerto y su lonja es un pueblo de tradición pesquera, con una experiencia gastronómica que habla por sí misma. Sus habitantes conocen el producto, saben su punto exacto y saben con qué sabores de la tierra combinarlo. Sin duda, sólo se comprende este territorio saboreando su cocina. Y es aquí donde podemos degustar una de las delicias más exquisitas: la gamba de Palamós. También catalogada dentro del conjunto de ‘Productos del Empordà’, este manjar exige un proceso muy delicado de elaboración, un mimo especial que potencia su inigualable sabor.

Después de degustar los magníficos matices de la gastronomía del lugar, no hay mejor plan que formar parte de la naturaleza a través de los caminos de ronda. Senderos que bordean el litoral de la Costa Brava, a través de los que dejarse sorprender por la vegetación más salvaje, ruinas arqueológicas, pequeños pueblos de pescadores o la altura de los abruptos acantilados. ¿Uno de los más emblemáticos? El de S’Agaró, en Playa de Aro, formado por casas señoriales y urbanizaciones en primera línea de mar que derrochan lujo y elegancia.
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Baix Empordà, un destino de sensaciones y de recuerdos imborrables, que despierta sentimientos allá por donde el viajero pisa. Una tierra hospitalaria, para poner a flor de piel los cinco sentidos dejándose llevar a través de sus infinitos atractivos.