El famoso cambio de hora, vinculado a las caídas en la productividad, a el aumento de los ataques cardíacos, los accidentes automovilísticos e incluso con él crimen. Esta reliquia por intentar maximizar las horas de trabajo durante la Primera Guerra Mundial se ha aferrado de alguna manera a nuestras vidas a pesar de las dudas sobre su eficacia.
En marzo de 2019, el Parlamento Europeo aprobó poner fin a los dos horarios anuales, y dejar decidir a cada uno de sus estados miembros si se quedaba con el de verano o con el de invierno.
¿Y por qué no se ha cambiado?, pues bien, la falta de consenso ha provocado que en 2021, año en el que teóricamente debería producirse el último movimiento de las agujas del reloj, las manecillas continúen adelantándose y atrasándose.
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En marzo de 2019, el Parlamento Europeo aprobó poner fin a los dos horarios anuales, y dejar decidir a cada uno de sus estados miembros si se quedaba con el de verano o con el de invierno
Ante la crisis energética en la que España y toda Europa se encuentran, muchos se plantean si el horario de invierno podría suponer un mayor gasto de energía. Esto no ha pasado desapercibido por países como Reino Unido e Irlanda, y es que poner fin al retraso horario supondría un ahorro de energía y de dinero fundamental para los países de la unión europea, en un momento en el que no estamos para el dispendio de estos recursos.
¿realmente funcionaría?
La pregunta surge frente a un contexto inflacionista generalizado, en el que algunos expertos han decidido que es hora de poner las cifras sobre la mesa y valorar verdaderamente la eficacia que tendría esta medida. Un claro ejemplo de este estudio, es el que fue llevado a cabo por la Sociedad Italiana de Medicina Ambiental, que exigía el cambio de horario exponiendo que este supondría un ahorro de 70 millones de euros en las facturas de la luz y el gas.
Por otro lado Irlanda también se ha sumado a esta propuesta, a raíz de un estudio realizado por el profesor Aoife Foley, experto en sistemas energéticos de la universidad de Queens. El profesor ha concluido que con el horario de verano se ahorrarían entre 1.200 y 2.300 millones de libras anuales en Inglaterra, Escocia y Gales. Otro dato positivo sería el de la reducción de la huella de carbonó que estaría en torno a un 3,48% solo en Irlanda.
La fría realidad
Este paradigma en el horario se impuso en el siglo xx, cuando tenía cierto sentido. Hoy en día las condiciones sociales y económicas son muy diferentes, teniendo en cuenta que vivimos una crisis energética sin precedentes.
Tan grave puede llegar a ser la situación de cortes de luz en Europa, que en países como Alemania se está pidiendo a las empresas que cierren más temprano o la cancelación de las luces navideñas.
Mientras tanto el acuerdo de 2019 sigue parado, ya que hasta el momento los países habían tenido otros frentes y no se plantearon este ahorro como una prioridad. Pues bien con el frío tocando a las puertas, países como Turquía, Islandia o Bielorrusia ya han abolido este cambio de horario, mientras en Europa parece que el reloj va seguir ralentizándose y como en el siglo pasado necesitaremos de nuevo usar brasero.