El problema de las encuestas es que a veces pueden ser como las luces largas de un coche en una carretera nocturna. Es decir, que deslumbran. Puede que probablemente eso sea lo que le ha pasado a Pablo Casado este fin de semana: que se ha dejado deslumbrar por las encuestas. ¿Qué dicen?
Pues básicamente que el Gobierno sufre el desgaste de la gestión de esta crisis y que el PP está rentabilizando su discurso duro contra el Ejecutivo de Pedro Sánchez. Especialmente notorio es el resultado de los sondeos en Madrid donde el PP sube espectacularmente al punto de acercarse a los resultados de los tiempos en los que tenía mayoría absoluta tanto en el Ayuntamiento –sobre todo-, como en la Comunidad –algo menos-.
La tentación, lógica, es la de mantener esa presión sobre el Gobierno. El PP huele la sangre, y se comporta como un perro de presa, acechando a su víctima. El problema es que aquí la víctima no es el Gobierno.
Aquí las víctimas somos todos. Sánchez y Casado tienen razón en sus argumentos. Tiene razón Sanchez cuando afirma que no puede gestionar la desescalada sin el Estado de Alarma que es lo que le garantiza al Gobierno poder hacer uso del mando único. De otro modo, por mucho que insista Casado, el Gobierno se vería debilitado a la hora de imponer las necesarias medidas destinadas a conseguir que la desescalada no sea un caos, que ya de por sí lo está siendo.
Y tiene razón Casado cuando acusa al Gobierno de haberse extralimitado en sus competencia, de haber mentido, de no haber sabido gestionar esta crisis y, sobre todo, de no haber sido capaz de negociar y pactar todas y cada una de las medidas que ha venido tomando hasta ahora, cuando eso es lo que debía haber hecho desde el primer momento.
Pero no tiene razón Sánchez cuando intenta endosarle a Casado la responsabilidad de un rebrote de la epidemia, porque él sabe que la responsabilidad de todo lo que ha ocurrido hasta ahora es suya y sólo suya, entre otras cosas porque ha cometido el mismo error que otros cometieron antes: ejercer en soledad el liderazgo en una crisis que le venía grande, muy grande.
Pero tampoco tiene razón Casado cuando amenaza al Gobierno incluso con votar en contra de la prórroga del Estado de Alarma porque con ello le está haciendo el juego a los sectores más duros de su partido, los más próximos a VOX, porque lo que hoy son estrellas en el firmamento electoral mañana puede ser un cielo cubierto de negros nubarrones si la percepción de la ciudadanía es la de que el líder de la oposición no sólo no ayuda a salvar el barco, sino que contribuye al hundimiento.
Nuestra desgracia, como país, es tener líderes políticos que en una situación como esta siguen dejándose llevar por el cortoplacismo electoral como estrategia ante la peor crisis política, social y económica que haya vivido nuestro país en más de un siglo. Sánchez ni ha visto ni ve más allá de su exigua mayoría parlamentaria y no ha sido capaz de convocar a todos al proyecto de reconstrucción nacional.
Pero Casado tampoco ha sido capaz de liderar un proyecto común de lucha contra la mayor crisis que haya vivido la humanidad desde la Gran Guerra. Ni siquiera lo ha ofrecido. Y lo cierto es que nada volverá a ser igual, pero ellos parece que todavía no se han dado cuenta.