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Los números de Venezuela son sobrecogedores los miren por donde los miren. Aunque quizás deberíamos decir que sobrecogedor es que los ciudadanos del país tengan que vivir bajo el yugo de un gobierno populista que no quiere reconocer la miseria ni sabe administrar las importantes reservas energéticas. Es evidente que la caída del precio del petróleo en los dos últimos años presiona los ingresos un país cerrado a Occidente y que ve enemigos por todas las esquinas (como le pasaba en la película “Shutter Island” a Leonardo DiCaprio, salvando las distancias).
Pero si hoy no les importa llorar, tiramos de más cifras. Por ejemplo, de la contracción del 8,0% de la economía venezolana que el FMI espera para este año (y del 4,5% para 2017). Claro que la cifra estelar es la inflación, la maldita inflación. Esa que se afanan por buscar los gobiernos de economías desarrolladas porque aseguran que trae un pan debajo del brazo, momentos de vacas gordas. Sigo sin entenderlo: que algo suba de precio desincentiva mi compra, con inflación mi dinero vale menos y si mi salario sube como sube el coste de la vida, me quedo como estoy. La inflación es un impuesto, y como tal, es complicado no pagarlo. Pero si la inflación nos cabrea a muchos por estas latitudes, piensen en los venezolanos: para el país el FMI pronostica un IPC de 481,5% en 2016. Del 481,5%. En Venezuela el dinero pierde valor por segundos y por eso se pasan el día fabricando más. Cuentan que hasta aterrizan aviones cargados de billetes porque el país no da abasto en la fabricación de papel moneda. A decir verdad Venezuela no da abasto en nada, y su población es la que lo sufre.
FOTO: FLICKR.COM Ángel Raúl Ravelo Rodríguez