El fin de la pandemia no va a suponer la vuelta al trabajo tal y como lo concebíamos antes. Deberá traducirse en un cambio en la cultura corporativa que recoja nuevas fórmulas para promover la empatía, la creatividad y la colaboración como valores esenciales para las empresas del futuro.
Las pymes son más vulnerables ante una crisis al tener sus reservas de efectivo limitadas, lo que conlleva un menor margen para soportar la caída de los ingresos debido a situaciones como la de un confinamiento durante semanas.
Por tanto, el camino que las pymes tienen que seguir para la recuperación, obliga a tener actualizado internamente tanto el talento, como la tecnología.
Antes de esta situación, las pymes ya competían por captar talento con empresas de mayores dimensiones, que probablemente ofrecían mejores salarios o más reconocimiento profesional, pero la pandemia ha hecho más difícil afrontar los desafíos de atraer y retener el talento.
Retener, a veces, es más difícil que atraer. Aplicar políticas, pautas o claves para movilizar y fidelizar el talento, permiten a las pymes ponerse en el escaparate, de modo que un candidato interesado en buscar trabajo, se decante definitivamente por una u otra compañía, más que nada por aspectos cualitativos que diferencien una oferta de otra.
Más allá del salario o del ambiente laboral, cada vez hay más trabajadores preocupados por su devenir y desarrollo profesional, por la formación y la conciliación laboral y familiar.
Hasta hace apenas unos años, la gestión del talento no era un tema estratégico para las pymes. Los altos niveles de competitividad les han hecho tomar conciencia de la importancia que tiene disponer de equipos, no solo cualificados y profesionales, sino comprometidos y motivados con el proyecto corporativo del que forman parte.