La pirámide demográfica española se desequilibra: la población envejece y no hay suficiente natalidad y juventud que lo compense. Está claro que la principal solución es aumentar la natalidad, pero lo es a medio y largo plazo. Según Octavio Granado, hace falta otra solución a corto plazo y esta puede ser la inmigración: “necesitamos inmigrantes porque nuestra pirámide demográfica está muy descompensada y la única forma de compensarla es con gente joven que tenga hijos y con inmigrantes que vengan a España no solo a trabajar sino a reponer esa pirámide de población”.
En una década, la natalidad ha caído casi un 30% en España. Ha disminuido el número de hijos por mujer y se ha retrasado la edad de la maternidad hasta los 40 años o más. Esto significa que cada vez hay más ancianos y menos niños.
Las mujeres tienen 1,25 hijos de media, frente a los 1,44 de hace una década, y el más de medio millón de nacimientos que se producían entonces se han reducido a menos de 370.000 el año pasado (28,95%). “Cuando tienes saldos vegetativos negativos muy importantes, la única opción es crecer por la migración exterior”, subraya Jordi Bayona, investigador del Centro de Estudios Demográficos.
¿Y cómo puede ayudar la inmigración en este caso?
Pues ya se ha convertido en una solución con un balance positivo de 333.672 personas en 2018 que compensaron el decrecimiento de 56.212 personas e hizo crecer a la población de país hasta los 46.934.632 habitantes, la cifra histórica más alta registrada según el Instituto Nacional de Estadística.
Las autonomías en las que más extranjeros se establecieron fueron Cataluña, la Comunidad de Madrid y la Comunidad Valenciana, mientras que aquellas comunidades en las que se estableció menos población extranjera fueron las únicas que perdieron población en 2018.
Los datos del INE también reflejan que la mejora de la situación económica desde el año 2008 ha sido en parte gracias a un mayor flujo de entradas y salidas del país. Con un balance positivo entre las personas que se establecieron en España (643.037, un 21% más que en 2017) y las que lo abandonaron (309.365, un 16% menos).
Frente al aumento de población extranjera, la población española se redujo en 9.368 personas ya que el saldo vegetativo negativo de 102.682 personas, no se vio compensado por las 90.828 nuevas nacionalidades españolas. Si solo se contabiliza a los españoles nacidos en España, el año pasado la población disminuyó en 98.595 personas.