Hoy viajamos hasta una de las ciudades más antiguas del mundo: Jerusalén. Un destino que conjuga la cuna de la humanidad con la cuna de la religión, un binomio lleno de complejidad: historia y fe.
Y es que no existe ninguna otra ciudad del mundo con más historia que Jerusalén, siendo ciudad sagrada del Judaísmo, del Cristianismo y también para el Islam.
A continuación, realizaremos un recorrido por los lugares más significativos de la capital del estado de Israel.
Lo primero que todo visitante debe hacer es subir al mirador del Monte de Los Olivos. Aquí obtendremos una espectacular vista panorámica sobre la ciudad vieja.
La ciudad de Jerusalén está dividida en dos zonas: la occidental y la oriental. En la parte oriental, se encuentra la ciudad vieja. Totalmente amurallada, cuenta con ocho puertas. Siete están abiertas y una permanece sellada. Las cuatro puertas principales son la de Puerta de Yafo (o Jaffa), la Puerta de Damasco, la Puerta de los Leones y la Puerta de Sión. Estas fueron construidas de acuerdo a los cuatro puntos cardinales. Las otras tres son la Puerta Nueva, la Puerta de Herodes y la Puerta de Dung.
La Puerta Dorada, la única que está tapiada y sellada, es llamada en hebreo y árabe la "Puerta de la Misericordia". De acuerdo a la tradición judía, por esta puerta entrará de nuevo el Mesías en Jerusalén. Para impedir la entrada del Mesías, los árabes la sellaron hace siglos y levantaron ante ella un cementerio musulmán.
Empezamos el deambular por las callejuelas de la ciudad vieja por La Vía Dolorosa. Este es el camino que Jesús emprendió una vez juzgado por Poncio Pilatos para dirigirse al Calvario, sitio de su crucifixión. A lo largo de este Vía Crucis, encontrarás 14 estaciones. Este recorrido suele ser muy concurrido tanto por turistas como por fieles, los cuales suelen emocionarse al pisar por donde Jesús fue humillado y castigado mientras arrastraba la cruz de madera que luego sería utilizada para su crucifixión.
La Basílica del Santo Sepulcro es uno de los lugares más sagrados del Cristianismo. Es visitado por miles de personas al día. Aquí, la devoción y la fe que profesan sus visitantes se contagia, aunque uno no quiera o no crea. No es fanatismo lo que se respira, sino fe, una extraña sensación de pensamiento que es transmitida a través de las caras y gestos de la gente. La emoción les invade todo el cuerpo al pensar que están donde se produjo la crucifixión, enterramiento y resurrección de Cristo.
Y salimos del Santo Sepulcro para dirigirnos directamente al lugar más importante para el judaísmo y centro de su memoria histórica: el Muro de las Lamentaciones. Nos encontramos el único vestigio del Gran Templo que sobrevivió a la destrucción de los romanos
Hoy, personas llegadas de todas partes del mundo. Se reúnen aquí para contemplar y orar ante el muro. Colocan notas, pedidos y súplicas entre sus piedras eternas. Al tocar estas piedras, los pensamientos y las sensaciones se consumen y lo insignificante se desvanece. El Muro ha resistido al tiempo. Ha sido testigo de épocas de guerra y de paz, de destrucción, muerte y renacimiento. La única forma de sentir, comprender y vivir una experiencia tan íntima y singular, es acercarse a él.
Y para terminar, hablaremos de gastronomía. En Jerusalén podremos degustar un delicioso hummus de garbanzos o lentejas, falafel, shawarma, el labneh (una especie de queso cremoso, casi yogur) y sin olvidar los dulces, en este caso el Halva, a partir de pasta de sésamo se enriquece con miel y azúcar creando estos famosos dulces.
Jerusalén, un viaje más allá de la fe
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