En un contexto marcado por los metales, en especial el oro y la plata, las mineras cobran importancia. Una de ellas es noticia este miércoles. Rio Tinto ha descubierto uno de los diamantes amarillos más grandes en una mina canadiense a 200 kilómetros al sur del Círculo Polar Ártico. La piedra, de 158,20 quilates y dos mil millones de años de antigüedad tendrá que ser el estímulo que el sector de la minería de diamantes lleva tiempo esperando.
La minera Rio Tinto ha descubierto un diamante único que pretende estimular a un sector que vive serias dificultades.
La crisis del comercio de diamantes
El comercio de piedras preciosas, y en especial de diamantes, atraviesa dificultades. Hay que tener en cuenta que hablamos de un mercado muy cerrado. La escasez de clientes era una ventaja para De Beers, la compañía que hasta hace dos décadas tenía el monopolio del mercadeo de diamantes.
De Beers celebra diez reuniones anuales con clientes seleccionados por ellos mismos, donde cientos de millones de dólares en diamantes sin cortar cambian de manos en cuestión de días. Algo secreto, casi anacrónico a los ojos de los ciudadanos de a pie.
Los compradores no pueden negociar el precio ni elegir sus piezas. La empresa fija el valor de sus diamantes. Un lo tomas o lo dejas, en resumidas cuentas. Un monopolio que sufre las consecuencias de la globalización y el avance tecnológico.
El frenazo de la economía china derivado del Covid ya supuso un duro traspiés para De Beers. Asia, y en especial China, se habían convertido en grandes clientes. Pero todo se ha complicado al ver que el rebote del Gigante Asiático no llega.
Es más, los comerciantes y expertos calculan que los minoristas chinos están devolviendo al mercado mayorista indio entre 30 y 40 millones de dólares al mes en exceso de diamantes pulidos. En este contexto, los precios han caído casi un 50% en dos años.
Así las cosas, se producía la verdadera hecatombe para De Beers. Tan lejos de la realidad como su condición de monopolista se lo permitía, De Beers había obviado durante meses la situación de su mercado.
Pero la realidad, antes o después, termina golpeando. En noviembre, durante una subasta en Botsuana, la empresa trató de vender diamantes con un sobreprecio del 25%. Los clientes simplemente se negaron a comprar. Cuando el daño ya estaba hecho, De Beers trataría de solucionar la papeleta con una rebaja del 10% al 15% en diciembre. Una estocada casi mortal.
Los diamantes sintéticos
Pero la puntilla, el remate final, se lo ha dado la tecnología con el auge de los diamantes sintéticos, otrora una utopía. Representan una parte significativa del mercado y empresas de China e India crean ya gemas idénticas a las naturales en cuestión de semanas.
Según el Boston Consulting Group, la producción de diamantes sintéticos se ha multiplicado por diez en seis años. Los precios mayoristas han caído más del 90%, acercándose peligrosamente al coste de producción.
La fabricación de gemas sintéticas ha llegado a nuestras fronteras. De una manera muy curiosa además. Porque, si el comercio del diamante es un Titanic que se resiste a aceptar su naufragio, Leonardo di Caprio ha decidido saltar del barco y salvar su vida.
Si James Cameron se lanzara a filmar un remake, algo tan habitual hoy en día, Di Caprio sería un antagonista, porque ha decidido apostar por la fabricación de diamantes sintéticos. El actor es inversor en una planta de producción ubicada en Extremadura.
Porque, además de decorar joyas, los diamantes sintéticos están destinados a la industria de los semiconductores.