Italia mira a las urnas. No hay miedo a convertirse en la gran economía de la zona euro gobernada por la ultraderecha. Al mercado poco parece importarle porque, de esta, no está previsto que ‘la bota’ se convierta en una balsa que gobernar donde la inestabilidad es marca de la casa.
Peligros, en todo caso, existen y Giorgia Meloni, la que se ve como próxima primera ministra recibirá un país con más un reto al que hacer frente. ¿Quién es la que en su día se convirtió en la ministra más joven de la historia de Italia?
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La ultraderechista se convertirá, si los sondeos no andan errados, en la primera ministra de la tercera mayor economía de la zona euro y al mercado no le importa
A no ser que las encuestas se equivoquen de manera estrepitosa Giorgia Meloni será el lunes primera ministra de la tercera economía de la zona euro. Italia elegirá al Gobierno más derechista de la historia del país tras la posguerra. Alianza tripartita, esto es lo que se espera, con Giorgia Meloni, líder de Fratelli d’Italia como presienta del Consejo de Ministros.
Meloni, Salvini y Berlusconi con el 60% de los escaños en el Parlamento. Esta es la Italia que llega para el otoño de un 2022 en el que los liberales se estremecen. Raíces aferradas al neofascismo.
Meloni en sus discursos golpea a los inmigrantes ‘ilegales’ y la ideología “despierta” que amenaza, a su juicio, a la identidad de los italianos ‘de toda la vida’, como si se supiera a las claras qué es eso exactamente.
Fratelli d’Italia es atlantista, pero consideran a Bruselas más un lastre que la solución a un mundo cada vez más global. Meloni acusa a la Unión Europea de ser cómplice de un “reemplazo étnico” al que también se oponen Ejecutivos como el reconocido ultra de Víctor Orbán en Hungría.
Producto Berlusconi
La que en su día llegó con Berlusconi a convertirse, a los 31 años, en la ministra más joven de la historia del país vecino es la primera piedra de un camino que ya se recorre en Suecia donde la semana pasada Demócratas de Suecia – ultraderecha declarada - conseguía vencer en las elecciones a la socialdemocracia asentada en el país nórdico o en Francia con una Marine Le Pen que recién derrotada en la carrera presidencial mantiene el 41% de los apoyos de la que se presupone como una de las sociedades más avanzadas de occidente.
En circunstancias económicas normales, Meloni llevaría bajo el brazo una política económica conservadora con un fuerte sentimiento populista que afectaría a unas cuentas públicas como las italianas que amenazan con llevarse por delante a los 19 socios que compartimos la moneda única, el euro.
Sin embargo, el mundo es el que es. La guerra en Ucrania, queramos o no nos condiciona y en especial a la derecha italiana con un Salvini subvencionado por Vladímir Putin y un Silvio Berlusconi que ahora dice que el de Moscú se vio obligado a invadir Ucrania.
Economía de calle
A primera vista, el programa económico de la coalición de derechas aparece como una colección de propuestas bienintencionadas, como promover una “transición energética sostenible” o gastar el dinero público de forma más eficiente.
En cuanto a las propuestas políticas concretas, no difiere mucho de un programa económico liberal-conservador típico: reducción de la presión fiscal en empresas y hogares, mismo IRPF independiente del salario de cada italiano – aunque esta opción ya se ha desechado -, más subvenciones a empresas, apoyo al turismo y la comida italiana.
Plan made in Italy que se opone, por ejemplo, a la privatización de ITA – antigua Alitalia – en favor de Air France o que quiere colocar bajo el control del Estado a la red nacional de telecomunicaciones.
De la propuesta de 2014 de Meloni de un Italexit, es decir, abandonar el euro hoy ya no queda nada. Se fomenta la integración europea, pero con una revisión de la gobernanza. La realidad es que Meloni llega a una Italia con más muros que caminos, sobre todo, por los roles desempeñados por el jefe del Tribunal Constitucional o la presidencia de una República que, a los 85 años, aspira a conseguir el Berlusconi de Mediaset.
Por el plan de recuperación enviado a Bruselas, el de los fondos europeos, Meloni dice que no hay que preocuparse porque los 200.000 millones de euros que la Comisión Europea – el plan más abultado de todo el bloque – se ha comprometido a darles llegarán.
¿Problemas?
La economía italiana no es productiva y los problemas son endémicos – culturales y demográficos, principalmente. Desde el 200 el PIB per cápita apenas ha crecido y la deuda que acumula Roma es insostenible para un país de su talla. De hecho, por ellos el Banco Central Europeo (BCE) ha puesto en marcha el TPI, el mecanismo antifragmentación, con el que quieren evitar un descalabro tras abandonar el apoyo monetario iniciado con la pandemia.
Una cuarta parte de los jóvenes italianos apenas tienen una educación básica. En el ránking europeo son los primeros, por la parte baja de la lista.
Italia a una década vista. Esta es la que tiene que gobernar una Meloni que, al menos, en clave electoral no parece entender. No habla la ultraderechista de competitividad sino de todo lo contrario: nacionalización radical y proteccionismo.
Así las cosas, a Europa poco le va a importar quién aterrice este lunes en el Palacio Chiggi porque sea ultraderechista o socialdemócrata declarado tendrá que ayudarlo a gobernar Italia, ese país sobre el que alguien dijo, quizás Mussolini, que no era imposible de gobernar, sino que además era inútil hacerlo.