Créditos de carbono, la nueva ‘fiebre de oro’ del mercado. Canadá es el centro de este negociado donde más allá del cannabis y las compañías mineras, la Bolsa de Valores de Toronto toma posición por la defensa del planeta.
Empresas de todo el mundo acuden a la plaza especulativa a vender el carbono ‘de más’ que han emitido a la atmósfera para, así, estar en paz con sus juntas y el resto del mercado, para cumplir con sus objetivos sostenibles.
¿Cómo funciona? ¿Existen peligros en este nuevo camino verde?
Escucha la historia completa en este podcast de Mercado Abierto:
Empresas de todo el mundo acuden a la plaza especulativa de Toronto para vender el carbón 'de más' emitido a la atmósfera y cumplir así con los compromisos ESG
¿De qué hablamos cuando nos referimos a los créditos de carbono? Estos son unos mecanismos de financiación verde creados tras la firma del Protocolo de Kioto en 1997 y que entró en vigor el 16 de febrero de 2005.
Son créditos, en el más estricto sentido de la palabra, que se compran y venden en mercados internacionales. Que pueden ser objetos de especulación y que, por esto precisamente, podrían no utilizarse siempre para lo que fueron concebidos, la defensa y cuidado del medioambiente.
Sobre el papel se los utiliza para simplificar el cálculo de la cantidad de gases de efecto invernadero que se liberan al aire y compensar la emisión; la emisión no solo de las empresas sino de los Estados, también.
De lo que se trata es de reducir el calentamiento global y efectos como la elevación del nivel del mar o las subidas de las temperaturas. Se trata, en cualquier caso, de nivelar la cantidad de emisiones que se pueden liberar a la atmósfera.
Si hay superávit, se calcula cuánto puede valor y así comercial con ello en proyectos, idealmente, que compensen la contaminación. Si existe, por la contra, un déficit habría que acudir al mercado a comprar derechos de emisión y así, seguir contaminando como si el planeta fuera una moneda de cambio más.
Existen esquemas internacionales que nos dicen cómo hay que regular todo esto aunque existe salvedades tanto a nivel nacional como supranacional con límites y reglas comerciales que, cada país, impone según le va viniendo ‘bien’.
Poder de mercado
El del carbono es uno de los mercados más lucrativos e importantes en estos momentos en el que estamos en un momento incipiente de creación de valor en este negocio tal y como, tras la cumbre por el Clima de Glasgow de este otoño, se afanaba en aclarar en una entrevista con Bloomberg el ex vicepresidente de Estados Unidos reconvertido en activista climático, Al Gore.
Los créditos de carbono tiene una gran demanda y durante los últimos meses (tras el schock por la pandemia de la COVID-19) han vivido un gran impulso en su negociado con empresas ansiosas por satisfacer la demanda en busca de herramientas financieras, como estas, de una alta calidad por lo que representan: financiación en la economía del futuro.
Porque existe una “loca” creencia, decía el político estadounidense, de que no importa lo ‘verde’ e insistía: la madre Tierra no está diciendo que los extremos climáticos sobre los que ya estamos viviendo cada vez se volverán más y más frecuentes.
Así las cosas, con mayor capital circulando mayores son los riesgos de que todo sea parte de un gran fraude y que lo que se dice verde no esté tan pigmentado como podría vislumbrarse en un primer momento.
¿La nueva crisis subprime?
Viendo bajo este prisma la realidad andar con cuidado porque la crisis de las hipotecas subprime de 2008 podría ser la crisis del carbono subprime de 2022 en adelante. Son varias las empresas que, en los últimos meses, han lanzado nuevos productos de créditos de carbono.
Las empresas creen que, aun con todo, es el momento de vender en un mercado que funciona de esta manera: cada crédito de carbono es el equivalente a la emisión de una tonelada de dióxido de carbono, esto es, traducido en el lenguaje de la calle, lo que emite el coche de una persona, más o menos, cada dos semanas viviendo (con calefacción) o yendo en coche lo que emite un el coche de una sola persona en un año a poco que vayan a comprar el pan sobre cuatro ruedas.
El mercado de estos créditos se valora en miles de millones de dólares y la proyección es que siga creciendo por decenas durante los próximos años.
En bolsa... protagonistas
Así vemos empresas en la Bolsa de Valores de Toronto como Base Carbon que, a pesar del impulso del negocio ha perdido más de un 30% de capitalización desde el pasado 25 de febrero, un día después de que Rusia pusiera en marcha la invasión de Ucrania. La actividad de esta compañía se basa en atraer capital con la venta de estos créditos para reinvertirlos en proyectos de reforestación o captación de emisiones de gases contaminantes de la atmósfera.
Aunque la firma que puso la primera piedra Carbon Streaming con más de 70 millones de dólares en créditos de carbono ha vivido una mejor situación de mercado. El año pasado subió un 60& por las buenas perspectivas verdes de la economía y un proyecto con el que trabaja en la isla indonesia de Borneo para la reforestación de un pantano. Una idea buena, pero que ahora se ve en liza por una nueva normativa aprobada por el gobierno de aquel país para detener este tipo de trabajos. Las acciones desde diciembre, cuando se anunció la medida, han recortado en más de un 60%.
Y para completar el tridente apuntamos a Invert. Una firma estadounidense que hace poco invirtió 30 millones de dólares en CarbonCure Technologies, una firma que vende sistemas que inyectan los gases contaminantes del aire en cemento. Un proyecto respaldad por Amazon o Microsoft con camino por delante.
A pesar de todo esto, en este mercado hay grandes decepciones: la china Sino Forest fue una de ellas tras reclamar falsos derechos para extraer manera en China o BreX Minerals que anunció hace meses un descubrimiento de oro en Indonesia que no se ha podido probar.
Cara y cruz de una nueva moneda verde. Un negocio que procura una nueva ‘fiebre del oro’ en su mercado de especulación capital como es el canadiense. De momento, los créditos al carbón un nuevo foco de atención para inversores y de preocupación para los reguladores. El yin y el yang.