Los agricultores tienen las manos atadas. Con la guerra en Ucrania provocada por Rusia el mundo se enfrenta a un déficit de trigo sin precedentes y los productores, acechados por los altos costes del combustible y los fertilizantes, se plantean ya incluso dejar pasar la siembra. ¿Y ahora qué?
A medida que las exportaciones procedentes del Mar Negro; procedentes, en definitiva, de Rusia y Ucrania van disminuyendo por el conflicto bélico, en el mercado de las materias primas los futuros de, entre otros, el trigo, se disparan hasta máximos históricos: en Chicago están cotizando a 13,40 dólares el bushel, esto son, unos 28 kilogramos de trigos
Tras Rusia, Estados Unidos fue en 2020 el mayor exportador de trigo del mundo. Ucrania, hace dos años, ocupaba el quinto lugar. Tras el ataque de las tropas de Vladímir Putin, los campos estadounidenses alimentan al mundo mientras que los temores de escasez de suministro “atacan” a los países más dependientes.
Países que tiran ya de excedentes de cosechas pasadas y que con la sequía acechando sus tierras ven mermar, cada día a mayor velocidad, sus graneros. Con los números actuales, las existencias de trigo nacionales de Estados Unidos están en el nivel más bajo de los últimos 14 años.
Acorde al Departamento de Agricultura se han sembrado más de 34 millones de acres, unos 13 millones de hectáreas, unos 10 millones de Bernabéus colocados en fila india.
¿Cuál es el problema?
Que con los temporales del último invierno estadounidenses y las nieves, Estados líderes en la producción nacional de Trigo como Kansas, este año no tienen nada. Una situación que, con otras crisis de fondo, está haciendo incluso a pensarse a los agricultores si les sale a cuenta cultivar el trigo.
¿Dónde están las derivadas que les hacen pensarse su trabajo? Por un lado, el precio del diésel. Los agricultores lo necesitan para alimentar a los tractores, camiones y cosechadoras. El precio se ha disparado en un año más de un 50%. Costes que, en algunos casos, supieron traspasar al consumidor. Según las reservas federales del medio oeste estadounidenses, los precios del grano aumentaron en un 20%.
Mientras tanto, los costes de los fertilizantes se han disparado. Estados Unidos importa el 22,4 % de su nitrógeno y el 11,3 % de sus fertilizantes potásicos desde Rusia o Bielorrusia, acorde a las cifras del Instituto Internacional de Investigación de Políticas Alimentarias. Esto en qué se traduce: que sin fertilizantes, la cosecha tampoco sale adelante y gran parte de este grifo, ahora, está en manos de Vladímir Putin.
La soja y el maíz también están subiendo. Y mientras, en mente de los agricultores, no sacar el grano al campo ante el miedo a que la crisis desboque los precios de una materia que se termine echando a perder.