Ha llegado el día. Tras dejar Amazon a un lado, Jeff Bezos ha ido al espacio. Once minutos de viaje, cien kilómetros de distancia, innumerables horas invertidas en el proyecto y un futuro negocio por delante. ¿Qué será a partir de ahora Blue Origin? ¿Son los inicios del nuevo turismo interestelar?
Escucha la historia completa en este podcast de Mercado Abierto:
Más de 28 millones de dólares se ha gastado el magnate para poner en órbita y sentir la ingravidez a bordo de su cohete New Shepard
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Pues ya ha ido, ha vuelto (se ha gastado 28 millones de dólares) y por ahí anda Jeff Bezos besando la Tierra de Van Horn (Texas) como si de un Mesías se tratase.
Lejos de las “competiciones” entre magnates y dimes y diretes sobre si se ha llegado o no a tocar realmente el espacio, el día para poner en órbita la cabina del New Shepard (bautizado así en honor a Alan Shepard, primer estadounidense en viajar el espacio) no es casual.
Y es que un 20 de julio, pero de 1959 nos llegaban estas palabras desde nuestro satélite, la Luna pronunciadas por el hasta ahora, astronauta más conocido de Occidente, Neil Armstrong, quien dijo aquello de “Un pequeño paso para el hombre, un gran paso para la humanidad”.
Cincuenta y dos años después el ser humano vuelve a hacer historia, escribimos una página más del libro en el que hace más de medio siglo la NASA firmó como la primera agencia espacial en ser capaz de llevar y traer de vuelta a tres astronautas a esa roca de luz que ilumina las noches en la Tierra, la Luna.
Nueva "Guerra Fría"
Y es que sin saberlo, como todo lo que sucede en el cosmos, algo está cambiando. Y no solo por los eventos naturales que modifican a su antojo nuestro entorno sino por cuestiones más mundanas. En el pasado, eran solo los Estados más poderosos los que tuvieron la capacidad de adentrarse en la última gran frontera que se le resiste a la humanidad.
Por aquel entonces, en la segunda mitad del pasado siglo, la carrera espacial se convirtió en una cuestión trascendental. Un enfrentamiento de gigantes entre Estados Unidos y la Unión Soviética que hizo del exterior de nuestro mundo un escenario más en el que medir el poder de sus dos antagónicos modelos de entender la vida.
Pero el espacio ya no es lo que era. Ahora entran a jugar nuevos actores que no tanto con poder, sino con dinero, entienden y construyen una nueva forma de modelar nuestro mundo. Ahora son las empresas las que reclaman “un trozo de cielo” y los multimillonarios quienes buscan el reconocimiento del mundo.
En esta nueva lucha de poderes dos nombres destacan por encima de todos. De un lado, Elon Musk con SpaceX, la empresa más poderosa fuera de nuestro planeta que ha sido capaz de diseñar y producir innovadores lanzadores propios. En frente de Musk, Jeff Bezos. El fundador de Amazon tiene a Blue Origin.
Y este último es el que hoy ha estado en el espacio mientras ustedes y yo andábamos a vueltas con la tartera de la comida.
Ya no hay competencia de naciones (porque son todos estadounidenses), ahora la piedra queda en el tejado de la testosterona y ver quien es él que, bueno, es capaz de construir más y mejor.
Pero ante todo esto una pregunta ronda todavía en el aire: ¿Qué buscan los milmillonarios que esperan turno para volar en un viaje turístico suborbital? Para algunos, satisfacer una ilusión de niño que quizás raya la obsesión (como el caso de Branson). Para otros es cuestión de ego. Aunque todos comparten un sueño: “Ir audazmente hasta donde nadie ha ido jamás”, como se decía en la introducción de cada capítulo de Star Trek.
La linea Karman
Y todo esto ya lo hemos visto. Hace ahora nueve días, sobre esta misma hora, les podíamos contar la hazaña de Richard Branson, consejero delegado de Virgin Galactic, que subía a 80 kilómetros de altitud y bajaba diciendo que, como en los Serrano, todo parecía haber sido un sueño. Eso sí, se jactaba de ser el primer humano (no astronauta) en llegar al “espacio”.
Pero llegó Jeff Bezos y le quitó toda la ilusión que tenía. Decía (y dice) el ahora presidente de Amazon que Branson no había llegado al espacio, simplemente, porque no había subido lo suficiente.
No pasó Branson, y eso es verdad, la línea Kármán, una convención internacional que impone como límite entre nuestro mundo y el más allá espacial los 100 kilómetros de altitud. Una barrera que Bezos sí ha roto esta tarde de martes y, por ello, tiene todo el derecho del mundo a ser llamado astronauta.
Bueno, él y los que viajaban con el magnate en la cabina donde la seguridad en palabras de la científica jefe del proyecto de Blue Origin, Laura Stiles era lo más importante.
Un espacio de apenas unos metros cuadrados donde han viajado más allá de dónde nuestro ojo ha alcanzado a ver Jeff Bezos, su hermano Mark y el joven Oliver Daemen, un joven de 18 años, hijo del multimillonario neerlandés Joes Daemen, director ejecutivo de Somerset Capital Partners… los tres dirigidos por la astronauta más longeva del mundo, Wally Funk, de 83 años, una de las astronautas de las Mercury 13, programa en el que la NASA preparó a varias mujeres para ir al espacio, aunque nunca llegó a ejecutarse.
"Ascensor" al espacio
En pocas palabras, lo que ha hecho hoy Bezos es una especie de viaje en ascensor, un viaje espacial suborbital.
El viaje ha sido un abrir y cerrar de ojos de 11 minutos en el que el New Shepard de Blue Origin ha subido, ha permanecido unos minutos en ingravidez y ha bajado. El de hoy ha sido un ascensor muy alto, eso sí, pero todavía queda para que la sensación de un viaje como este pueda parecerse, de la manera más remota posible, a un viaje interestelar.
De momento, ya tenemos voces, en concreto más de 150.000 de personas que han firmado una propuesta en Charge.org para que Bezos no volviera. No les ha salido bien. Algunos aventuran: está mirando nuevos terrenos en la constelación para montar el Amazon espacial… el tiempo dirá.
De momento, los hechos. Ya tenemos dos multimillonarios que han abierto la veda para el turismo espacial. Y que, en parte, buscan algo parecido a esto que voy a decirles y que escribió en 1940 el escritor norteamericano Ray Bradbury, “Los viajes al espacio nos harán inmortales”.
No es esta la receta del brebaje de la eterna juventud, pero sí la razón por la que estos milmillonarios pasarán a los libros de historia. Los primeros en construir la nueva industria del turismo espacial. Los problemas que acarrean estos nuevos viajes (medioambientales los primeros) ya serán harina de otro costal.