Los oligarcas rusos se quedan, poco a poco, sin sus bienes en Occidente. Las sanciones pesan (y mucho) en las cuentas de grandes fortunas y pesan, sobre todo, en sectores de lo más variopintos. Porque hablamos del petróleo o la inmobiliaria, pero la guerra en Ucrania toca de lleno al deporte.
Casi 20 años después, Roman Abramovich cuelga el cartel de venta al Chelsea FC. Al mítico club de fútbol inglés ya le han salido compradores. Cerca de 30, pero ¿qué se necesita para hacerse con “el orgullo de Londres”?
Escucha la historia completa en este podcast de Mercado Abierto:
El magnate ruso, Roman Abramovich, pone a la venta el equipo inglés con el que se hizo en 2003 por 200 millones de euros en la transacción más abultada de la historia
117 años de historia “azul” que Vladímir Putin también trastoca. El club de fútbol del ‘barrio pijo’ de Londres está en el mercado. Lo está por las sanciones impuestas desde el Gobierno del Reino Unido, el de Boris Johnson, a los oligarcas rusos en el país.
Uno de los afectados es Roman Abramovich.
El magnate ruso desembarcó en el Chelsea FC en 2003 tras hacerse con una participación mayoritaria de los “leones azules” por 200 millones de euros. Un nuevo juguete del oligarca, se decía allá por principios de siglo cuando el ruso aterrizó en Londres.
Con 36 años sus intereses (y los negocios) eran de lo más variados: desde el petróleo hasta la aviación pasando por la política y, a la vista queda, el fútbol. Con el control y bastón de mando de la quinta compañía de petróleo de rusa, Sibnet, y condueño del principal consorcio de aluminio del país también ostentaba por aquel entonces un 20% del capital de Aeroflot, la aerolínea de bandera de Moscú tras haber sido diputado y gobernador de una de las provincias más ricas del noreste de Rusia.
Por un regalo de bodas
Nacido en 1966, Abramovich se quedó huérfano cuando apenas tenía un año. Se fue a vivir entonces con sus abuelos, de condición humilde. En 1987 comienza su despegue cuando tras recibir 2.000 dólares de regalo de bodas de su primer matrimonio decide lanzarse a la inversión. Lo hace en bienes raíces, posteriormente hará al consumo y finalmente recaerá en los brazos del Kremlin con la venta ilegal de gasolina a un Ejército soviético en decadencia.
Pero volviendo a su cartera de inversiones actual, el deporte rey (y el Chelsea FC) no fue su primera incursión en esto del juego. Su interés llegó tiempo atrás cuando se convirtió en el principal accionista del club de hockey sobre hielo, Avangard, de la ciudad siberiana de Omsk y se codeó también con la primera línea del baloncesto al comprar parte de las acciones del CSKA de Moscú.
Por aquellos tiempos, recuerden, julio de 2003 los aficionados del Chelsea recibieron de frente a a Abramovich. Los londinenses no lo querían en la capital de otrora el mayor imperio del mundo.
El mercado digirió mejor la noticia: los títulos del Chelsea se revalorizaron un 46% al concretarse la operación. Sobre el campo, por aquel entonces, al Chelsea no le iba nada bien. Estaba al borde de la banca rota y tras la llegada del ruso (y su dinero) remontó hasta convertirse en uno de los más grandes del mundo con un título de la Champions League y cinco Premiers, entre otros.
Ahora ha decidido colgar el cartel de venta y está esperando postores que, todo hay que decirlo, no le faltan. También busca comprador para una mansión, la Kesington Palace Gardens valorada en 180 millones de euros y un ático en el barrio de Chelsea que compró en 2018 por más de 26 millones de euros. Y todo esto por el miedo que tiene a que le congelen sus activos y por la guerra en Ucrania no pueda ni bajar a comprar el periódico.
La mayor venta de la historia
De momento son pocos los datos con los que contamos, pero una cosa está clara. El Chelsea será el club más caro de la historia. Ni los 950 millones que pagaron los Glazer por el Manchester United, ni los 330 que desembolsó hace unos meses Arabia Saudí por el Newcastle United o las franquicias americanas, que tenían en los Brooklyn Nets el diamante de las operaciones después de que el empresario taiwanés, Joseph Tsai, se hiciera en agosto de 2019 con el 51 % de la franquicia por unos 2.500 millones de libras (3.000 millones de euros).
Esa cifra quedará atrás cuando el Chelsea cambie de manos. Ninguna de estas ofertas se acercará a los 3.300 millones que alcanzará el conjunto de Stamford Bridge cuando su venta se complete en las próximas semanas. Solo queda resolver el rompecabezas de quién pondrá el dinero.
La operación se hará a través de Fordstam Limited, empresa matriz del club y de la que es accionista único tras haber inyectado, siempre a través de préstamos, cerca de 2.000 millones de euros desde que se hiciera con la compañía.
Al mercado le interesa la operación y si no lo creen, ahí están las cifras: 300 ofertas recibidas (sin intención de devaluar el precio) de las que casi un treintena se han llegado a formalizar.
Entre estas destaca la de Todd Boehly, el inversor y copropietario de los Dodgers de Los Ángeles (un equipo de beisbol) que se enfrenta a los magnates de capital privado Josh Harris y David Blitzer en la puja por uno de los activos de más alto perfil del deporte.
Sin tener ninguno el caballo ganador los multimillonarios de todo el mundo ya recurren a las élites británicas para sacar brillo a sus ofertas y hacerlas más atractivas.
Así las cosas cuentas Financial Times que no todo el dinero valdrá. El Gobierno de Reino Unido vigilará y de cerca las ofertas porque quieren, cuenta el rotativo, que parte del dinero se reinvierta en causas benéficas (dirigidas a ayudar a la acogida de la población refugiada ucraniana que llegue al Reino Unido).
De hecho, la prueba de que esta última variable es más que relevante queda en que una oferta, la de Saudi Media Group se ha descartado de la mesa por la dependencia de “fuentes desconocidas” de financiación.
A todas estas deberíamos sumar otras posibilidades como la del promotor inmobiliario londinense, Jonathan Goldstein o a Danny Finkelstein, un ex asesor del gobierno del Reino Unido, y Barbara Charone, ejecutiva de relaciones públicas que se codea con grandes estrellas de la talla de Madonna, Rod Stewart o los Foo Fighters.
En la carrera también encontramos otros perfiles como el de Woody Johnson, propietario de los New York Jets, la entidad Aethel Partners que, al parecer, habría ofrecido 2.000 millones de libras y un bonus de 50 millones más para cubrir los costes de la ‘sucesión’ y de algunos forofos como los parlamentarios tories Lord Sebastian Coe y Sir Martin Broughton.
Una compra 'crypto'
Y finalmente la ‘opción de la democracia’. A esta la he llamado así porque sería a través de la cual el club (de verdad) acabaría en manos de los aficionados. Esta posibilidad la abandera John Terry que con 250 millones de libras en cartera ha creado un consorcio “True Blue” para colocar a los aficionados al frente del corazón del club con inversiones en NFTs y tokens en Ethereum canjeables por acciones del equipo.
Mientras, con una deuda superior a los 1.800 millones de euros los aficionados lo que no quieren es quedarse sin partidos. Evocan tiempos del imperio de Roman (Abramovich, se entiende) y por esto se han llevado una bronca. La del premier, Boris Johnson. quien dice entender la “fuerza del sentimiento” pero pide a los aficionados que no se coloquen del lado del ruso defendiendo una invasión en Ucrania como telón de fondo.
El caso es que sea de quien sea el club. De Abramovich no y en la puja por 27 manos. El Chelsea es de los aficionados. El Chelsea mira al mañana y desde Stanford Bridge el mañana, como no podría ser de otra manera, será un mañana azul.