La directora del Emerging Markets Institute (EMI) y profesora de la Universidad de Cornell, Lourdes Casanova, explica en Entre Líneas que las empresas de estos mercados ya representan más de la mitad de las cinco empresas más importantes de las principales industrias; como la banca, la automoción, la producción y refinado de crudo, la ingeniería y la construcción, la minería o las telecomunicaciones. Destacan especialmente las compañías chinas, brasileñas y surcoreanas. "Corea, una economía relativamente pequeña, tiene 15 empresas entre las más grandes del mundo", señala Casanova.
El Instituto de Mercados Emergentes basa su clasificación de las mayores potencias emergentes en el PIB, pero también en su población y, sobre todo, en su capacidad para influir en el comercio global y las agendas regionales e internacionales. Con estas variables, se posicionan Argentina, Brasil, Chile, China, Colombia, Egipto, Indonesia, India, Irán, Malasia, México, Nigeria, Filipinas, Polonia, República de Corea, Rusia, Arabia Saudí, Sudáfrica, Tailandia y Turquía.
Si bien el crecimiento de estos países no es homogéneo y está sometido a diferentes factores, sí existe un factor en común: las multinacionales de estos mercados se globalizan y compiten de tú a tú con las grandes empresas occidentales. "Ya no hablamos solo de una competición vía precio, también hablamos de marcas que ganan popularidad y se consolidan internacionalmente, como es el caso de la brasileña Havaianas o las chinas Huawei y Xiaomi. Compiten directamente con Apple y la estadounidense va a sufrir en los próximos años", apunta la directora del EMI.
Mientras que en 2009, las marcas de los emergentes representaban solo el 12% de las empresas en el ránking de las 500 primeras marcas mundiales según Brandirectory, esta proporción aumentó al 19% en 2017.
Estos países -y sus empresas- también se benefician de su fuerte crecimiento poblacional y el acceso al consumo de sus clases medias. Casanova incide en que esto les permite probar primero los productos en los mercados locales y regionales, para expandirse después al resto de emergentes y "solo cuando están seguros de que los productos son buenos pasan a Europa y Estados Unidos".
Una ventaja añadida para estos mercados es el hecho de que su competitividad ya no se basa únicamente en mano de obra barata gracias a los procesos de robotización y al crecimiento de la productividad.
Si estas empresas están conquistando el mercado mundial, ¿hasta qué punto son capaces de influir en la geopolítica, sobre todo teniendo en cuenta la propiedad estatal de las compañías chinas? Casanova reconoce que el caso chino es "flagrante", pero advierte: "Es un mito que en Estados Unidos o Europa, especialmente Francia y Alemania, los gobiernos no apoyen a sus empresas. En todo el mundo los gobiernos apoyan a sus compañías en la competencia internacional".