Oliver Schmidt, un exejecutivo de Volkswagen que se declaró culpable de fraude por su papel en la implementación del trucaje de los motores diésel, el denominado "dieselgate", de la compañía alemana, ha sido en Detroit a siete años de prisión y una multa de 400.000 dólares.
Schmidt, que estuvo a cargo de las comunicaciones entre la multinacional alemana y las agencias reguladoras de Estados Unidos entre 2012 y 2015, ha recibido la máxima sentencia y multa posible.
El exdirectivo de la compañía automovilística, que fue el primer ejecutivo detenido por las autoridades estadounidenses por el fraude de los motores diésel, se encontraba en prisión desde enero de este año y se declaró culpable el pasado agosto de participar en una trama para ocultar las emisiones reales de los vehículos.
Otros seis ejecutivos de la compañía han sido encausados por el escándalo y se enfrentan también a penas de prisión en Estados Unidos.
En agosto, James Liang, ingeniero responsable de que los motores diésel de Volkswagen cumplieran las normas de los EEUU, fue condenado a tres años y cuatro meses de cárcel y a pagar una multa de 200.000 dólares.
También están encausados Heinz-Jakob Neusser, responsable de desarrollo de motores de la firma; Jens Hadler, también encargado de motores; Richard Dorenkamp, que estaba al frente del equipo que desarrolló los motores diésel para EEUU y Bernd Gottweis y Jürgen Peter, ambos a cargo del control de calidad.
Según se ha establecido durante el juicio, Schmidt supo de la existencia del software para trucar los motores en verano de 2015, pero no informó a las autoridades estadounidenses durante las conversaciones que mantuvo con los reguladores.
Entre 2012 y 2015, Schmidt residió en Estados Unidos y fue el responsable de garantizar que los vehículos cumpliesen las regulaciones estadounidenses sobre emisiones.
En marzo de 2015, poco antes de que estallase el escándalo, Schmidt fue ascendido y regresó a la sede del fabricante de automóviles en Alemania, desde donde desempeñó un papel clave en responder a las agencias reguladoras de Estados Unidos sobre el trucaje de estos motores.
En septiembre de 2015 se supo que Volkswagen había trucado durante años los motores para ocultar que sus emisiones de óxidos de nitrógeno, un producto cancerígeno, eran muy superiores a lo permitido por la legislación estadounidense.
El fabricante reconoció poco después el trucaje de unos 600.000 automóviles en Estados Unidos y el año pasado se comprometió a pagar más de 25.000 millones de dólares en multas e indemnizaciones en Estados Unidos.