De valorarse en más de 4.000 millones de dólares a apenas una milésima parte en poco más de año y medio. Virgin Orbit nació al albur de la carrera por el turismo espacial en Reino Unido y en las últimas horas sobrevive como puede a la muerte en Delaware. Así se ha vivido el colapso de la promesa espacial en apenas 15 meses.
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Virgin Orbit, una empresa valorada en casi 4.000 millones de dólares, ahora capitaliza por apenas una milésima parte un año y medio después de empezar a cotizar
Hace dos meses, Virgin Orbit estaba apunto de hacer historia al poner en órbita los primeros satélites espaciales, pero en Cornualles - de donde la reina consorte - en el extremo occidental de la costa británica, algo salió mal y con la destrucción del a carga útil del satélite toda la operación quedó reducida a agua de borrajas.
No hace mucho tiempo, la compañía estaba entre los constructores de cohetes estadounidenses celebrando el toque de campana desde la Bolsa de Valores de Nueva York en una escena fiel al marketing de Sir Richard Branson exhibiendo un cohete en Times Square.
Una operación de mercado aupada por una SPAC que le otorgó a la británica una valoración de mercado de casi 4.000 millones de dólares en un diciembre donde además de la nueve imperaba una fiebre inusual entre los inversores por estos caparazones que tenían el único propósito en su nacimiento de salir a jugar la partida del mercado.
Ahora, Virgin Orbit está al borde de la bancarrota y, de hecho, se ha acogido ya al Capítulo 11 de la Ley de Quiebras de Estados Unidos.
Cese de operaciones
El jueves, la compañía detuvo sus operaciones y despidió a casi todo su personal sus acciones estaban sobre los 20 centavos, dejando a la empresa con una capitalización de apenas 74 millones de dólares.
Cuando Virgin Orbit cerró su acuerdo de fusión con aquella SPAC, recaudó menos de la mitad de los casi 500 millones de dólares esperados debido a los elevados reembolsos de los accionistas, lo que acortó el recorrido y la funcionalidad de ese capital con el que mantener en pie las operaciones.
Desde entonces, las caídas de las acciones de Virgin Orbit han sido imparables, limitando su capacidad para recaudar el dinero que necesitaban a través del mercado.
Branson, el mayor accionista de Virgin Orbit, no está dispuesto a financiar más a la compañía y tal es la situación que ha tratado de ir protegiendo estos meses su participación - cercana al 75% tras varias financiaciones de deuda - para mantener la prioridad en el reparto de activos en el caso de llegar a una bancarrota que ahora se antoja inminente.
Carrera contra Bezos y Musk
De momento, en cartera la compañía tiene 243 millones en activos y 153 millones de dólares en deuda. Ahora, Virgin Orbit está en conversaciones con dos instituciones financieras sobre un rescate y ha despedido a todo el mundo.
En medio de esas tribulaciones, las empresas espaciales de Branson fueron la punta de lanza de este sector de futuro. En 2021, inició la carrera por el turismo espacial comercial, superando a Jeff Bezos al completar un viaje de regreso al espacio cercano a bordo de un avión espacial operado por su Virgin Galactic.
Ese mismo año, puso a flote Virgin Orbit, desarrollando una forma novedosa de lanzar satélites bajo las alas de un Boeing 747. Más allá del fabricante de vehículos estadounidenses, el fondo soberano de Emiratos Árabes Unidos es uno de los mayores inversores en la firma.
¿El problema?
La guerra abierta en el sector de los satélites espaciales. La guerra con la SpaceX de Elon Musk y sus misiones a precio de saldo. El colapso se produce después de que el grupo pusiera en marcha seis misiones, cuatro de las cuales colocaron satélites en órbita con éxito.
Branson ha invertido más de 1.000 de dólares en capital y deuda en la empresa, incluidos 60 millones de dólares desde noviembre. En su última presentación ante los reguladores, la empresa espera reportar más de 33 millones en ingresos y una pérdida neta superior a los 191 millones de dólares.
Ahora Virgin Orbit investiga lo que les ha salido mal aunque rescatar la empresa sea una quimera. Después de Twitter, se puede entender al británico como otra víctima más de Elon Musk y su fuerte cartera.