Suiza es Occidente, pero para Rusia y los oligarcas cercano al círculo de confianza de Vladímir Putin es el destino desde el que operar.
El puerto desde el que saltarse las sanciones de la Unión Europea o Estados Unidos y con el que abrir nuevos mundos a pesar de ser repudiados por el mundo tras provocar una guerra en Ucrania. Oficinas de empresas en la república helvética que son centro de operaciones para Gazprom y otras tantas sancionadas.
¿Qué está pasando entre las calles de este “pequeño Moscú”?
Escucha la historia completa en este podcast de Mercado Abierto:
La república helvética es ahora el patio de recreo de decenas de rusos vinculados al Kremlin quienes desde los parajes alpinos evaden los vetos de Occidente
El silencio y los secretos, son marca de la casa.
Entre los valles alpinos, este pequeño país - históricamente cuna de la neutralidad militar y económica europea - hace de los billetes su modus vivendi y con ellos se posiciona entre los más ricos del mundo mientras protege - por el anonimato que los confía - a evasores fiscales y delincuentes de todos los recónditos y más oscuros destinos del planeta.
Ahora, con la guerra la provocada por Rusia en Ucrania ha abandonado el histórico ‘yo no sé nada’, o eso pensábamos cuando en febrero salió el primer ministro, Ueli Maurer, a decir que se unirían a las sanciones de la Unión Europea, que para esto sí querían a Bruselas y su paraguas, para luchar contra los oligarcas rusos.
Tuvo que salir al paso porque en cuando Washington les dio la espalda, pensado que Berna - la capital de suiza - o algunas de sus ciudades alpinas podrían servirles de refugio. Se pensaba que no, ahora se sabe que sí.
Una investigación de The Wall Street Journal ha destapado que son tantos los multimillonarios rusos - oligarcas, para que nos entendamos - que tienen casa o negocio en Suiza que la oposición instó al Gobierno helvético a poner fin a sus relaciones comerciales y de cualquier índoles con unos oligarcas que llevaron a los diarios suizos - no sin sorna - a calificar a su país como el “pequeño Moscú”.
El cantón de Zug, en el centro del país y donde los rusos han dio a parar, es su mayoría, es el más pequeño de toda Suiza. Pequeño, pero matón porque en más de un problema les ha metido al Gobierno después de que muchos de sus funcionarios, sobrepasados por la difícil identificación de quiénes eran los rusos que andaban a las anchas por sus calles, han tenido que decir que no pueden más.
Además, en el país de los referéndums, se cuentan por decenas las protestas que han provocado que su ciudad esté dando cobijo a oligarcas rusos. De hecho, la asociación de comerciantes de Zug ya ha elevado sus quejas al Parlamento porque, dicen, que esta situación ha puesto en peligro la reputación de su cantón para la inversión extranjera.
De momento, concretamente, con lo que se han encontrado los funcionarios entre tanto papel en cirílico es con más de 30.000 empresas registradas que creen que pudieran ser propiedad o estar vinculadas con alguna persona sancionada.
¿Satélite ruso?
Ahora sabemos también que el 80% de los productos básicos que exporta Rusia al mundo - porque lo sigue haciendo aunque nos digan que no - se comercializan a través de Suiza, principalmente, a través de Zug y la ciudad que descanta a orillas del lago cerca de Ginebra.
Los hacendosos bancos suizos gestionan unos 150.000 millones de dólares para clientes rusos, según la asociación bancaria de este país y los 32 oligarcas más cercanos a Vladímir Putin se sabe que tienen propiedades, cuentas bancarias o negocios en la república helvética gracias a los datos recopilados por el portal de transparencia de la Zúrich Public Eye.
Ya son cuatro los meses, se retrasaron alguno más, los que han transcurrido desde que las autoridades suizas comenzaran a sancionar a rusos. En un primer envite se congelaron 6.800 millones de dólares en activos financieros junto con 15 viviendas y otras propiedades, acorde a un comunicado emitido por la Secretaría de Estado para Asuntos Económicos.
Por el contrario, todos los países de la Unión Europea, colectivamente, apenas han paralizado las operativas con algo más del doble: 14.000 millones de euros en presuntos activos ligados a los oligarcas que abarcan desde fondos de inversión hasta barcos o helicópteros y bienes raíces, es decir, casas.
Entretanto, más de 20.000 millones en reservas del Banco Central de Rusia, se han quedado en barbecho a la espera del desenlace de la guerra mientras que se les ha colgado el candado a ortos 200.000 millones en transacciones financieras.
Por esto se ha criticado al Gobierno de Berna. Les han dicho que esto no está bien y ellos responden que vale, bien, pero que ya el hecho de poner sanciones es “histórico”. Las sanciones occidentales se han utilizado cada vez más para tratar de controlar a Rusia y, especialmente, desde 2014, cuando se anexionó la Península de Crimea.
A pesar del estatus de Suiza como un centro financiero global, los reguladores del país están paralizados por sus recursos limitados. Los banqueros suizos y los defensores de la transparencia dicen que miles de millones de dólares en activos de los clientes rusos se han transferido a nombre de sus cónyuges e hijos durante los últimos años, un fenómeno que se aceleró, dicen, durante los días previos al estallido de la guerra.
Y esto es un problema porque según la jurisprudencia suiza, los abogados pueden inscribir una empresa en nombre de un cliente y reclamar el privilegio abogado-cliente para impedir que las autoridades descubran la identidad de esa persona. Eso, dicen los funcionarios, les impide encontrar más empresas cuyas cuentas deberían congelarse bajo las sanciones. También es un obstáculo para los bancos con pequeños equipos de cumplimiento de la normativa.
La Confederación Helvética frente a los problemas, soluciones. Suiza, ahora, la pequeña “Moscú” con la que Putin desafía a Occidente.