Ahora que la industria alimentaria lidia con el aumento de todos los costes, las empresas buscan cómo ahorrar sin tener que subir los precios de sus productos.
Entre sus estrategias se encuentra la reduflación o el proceso en el que las mercancías se reducen en tamaño o cantidad manteniendo el mismo precio.
Varias marcas ya han adoptado este modelo de negocio como Nestlé, Toblerone y Doritos y es que, la mayoría de los grandes fabricantes de alimentos lo hacen, ya que aparentemente son cambios insignificantes por lo que los consumidores no se percatan.
Sin duda, las marcas han optado por no reflejar la subida de precios en su precio de venta sino economizar su producto para no incurrir en más gastos.
La gente no se ha dado cuenta de que las porciones son cada vez más pequeñas, se centran en el precio de las mismas sin comparar el tamaño que tenían antes de la inflación.
Reduciendo el tamaño de, por ejemplo, un tarro de mermelada, una empresa alimentaria puede cobrar más por ella y evitar un aumento del precio que podría afectar a las ventas.
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El término se generalizó durante la década de 1970, cuando los fabricantes buscaron formas creativas de proteger sus márgenes de beneficio ante el aumento de los costes y el estancamiento del crecimiento.
En un mundo liderado por las marcas y la fidelización del cliente, se hace imposible no rendirse ante una buena jugada. Es difícil de evitar en el mundo actual de los consumibles envasados, a menos que se consuma productos por peso, donde seguro sí se reflejará el incremento de precios.